GASTROMOTICA 2020.- RUTA DE LOS FAROS. DE RIBADEO A CORUÑA

 La mañana amanece fresca y amenazando agua. El día está gris, como más de uno de nosotros tras el festival de ayer. Todavía en pequeños corrillos mientras desayunamos nos preguntamos si es cierto que ayer le compramos la moto a Antonio. Por lo visto es verdad todo lo que recordábamos y las risas empiezan a aflorar y acaban en cachondeo generalizado cuando recordamos el desconcierto de Cristina. Es cierto, no se nos puede dejar solos.



Lo sensato sería ponerse el traje de agua desde el principio, pero como la primera parada la tenemos cerquita, a unos 60 kilómetros, y por ahora parece que aguanta, decidimos tirar para facilitar el paseo posterior.

Ante las perspectivas de agua, y que la alternativa tampoco nos ofrece muchas más ventajas, decidimos coger la autovía y tiramos directos hacia la Playa de las Catedrales, ya en Galicia, amparados en que siendo temprano y con el día que hace, no habrá mucha gente y podremos visitarla tranquilos. Tardamos una media hora y cuando llegamos no hay casi nadie, pero lamentablemente la marea está alta y no podremos pasear por la orilla si no queremos mojarnos las botas y llevar el resto del día los pies empapados. Eso nos pasa por no consultar antes el horario de mareas, pero, en cualquier caso, merece la pena la visita, vemos las vistas desde los miradores, nos hacemos unas fotos y seguimos nuestra ruta ya con el traje de agua puesto porque empieza a orvallar.



Lo que en un principio era un chispeo, se va convirtiendo poco a poco en una lluvia, que si no muy intensa, sí es constante, así que agradecemos los trajes de agua, pero se hace bastante incómodo rodar en estas circunstancias. Con este tiempo el paisaje desmerece mucho y no podemos disfrutarlo en su plenitud, pero esto es Galicia y nos tenemos que conformar.

El tiempo sin duda no acompaña a la ruta y nos hace recorrer más rápido de lo que resulta deseable algunos de los rincones que atravesamos, pero con esta lluvia la verdad es que no apetece pararse para hacer fotos o admirar un paisaje. Me da coraje reconocerlo, pero gran parte de la ruta la hacemos como el típico turista de paquete cerrado al que le llevan a ver los sitios y sin prestarle gran atención lo tacha de la lista de destinos y sigue hasta el próximo hito de la agenda. Así pasamos por poblaciones y rincones sin pararnos ni siquiera a dejar constancia de nuestro paso con una mísera foto hasta que ya a medio día llegamos al faro de Cabo Ortegal donde la lluvia nos da una pequeña tregua y podemos pararnos a hacer alguna foto de recuerdo. Evidentemente, con el día que hace somos los únicos allí. No hay mal que por bien no venga, pero las vistas en un día soleado seguro que son mejores que lo que hemos visto.





Nos paramos en un bar de carretera cercano para reponer fuerzas y refrescarnos esperando que el día mejore, pero desistimos de nuestras expectativas al ver que no para de llover. Seguimos nuestro camino por la ruta prevista con alguna parada para disfrutar las escasas vistas, pero el tiempo que hace, el hecho de tener que hacer muchos kilómetros para desplazarte poca distancia ya que para llegar a cada faro hay que recorrer casi siempre la misma carretera dos veces y, por qué no decirlo, el cansancio que todos tenemos de la fiesta de ayer, hace que el ánimo empiece a decaer y veamos algunos momentos de mal humor. En esta situación decidimos que hemos venido para pasarlo bien y que si la situación hace inviable seguir la ruta prevista sin disfrutarla, mejor enfilar para el hotel y esperar mejores momentos.





Con ese ejercicio de sinceridad decidimos atrochar para A Coruña, fin de etapa de hoy donde tenemos reservado hotel. No se si esa liberación nos hace ver mejor el tiempo o es que cada vez que nos acercamos al destino el día va abriendo, pero cuando nos acercamos a la ciudad un tímido sol aparece tras las nubes y poco a poco se adueña del paisaje, así que decidimos como pequeño homenaje a nuestro plan inicial, acercarnos a ver la Torre de Hércules, famoso por ser el faro de origen romano más antiguo en nuestro país que todavía continúa en uso. Total, se puede decir que el faro está en la misma ciudad y tampoco nos va a suponer tanto desvío.

Pero una cosa es planear sobre el papel y otra es ejecutar, así que cuando introducimos la variación en el GPS para visitar el faro nos pierde una y otra vez por diferentes callejuelas que acaban siempre en vías muertas. Reprogramamos una y otra vez los navegadores e incluso imploramos su ayuda a Google pero no hay manera. Una y otra vez acabamos en callejones sin salida o dando vueltas a la misma manzana de viviendas. Vamos a ver, estamos en A Coruña y la Torre de Hércules es uno de sus más famosos atractivos turísticos, así que no tiene que ser complicado llegar. Pues nada. Fruto de la desesperación decidimos poner de nuevo la dirección del hotel y esta vez sí, a la primera, nos lleva a destino, así que decidimos aparcar las motos y abandonar la idea. Después del día que llevamos nos parece mucho más atractiva la idea de ducha, ropa limpia y cerveza que la de ver otro faro.

Lo que no hemos pensado ninguno es en que hemos cambiado de Comunidad Autónoma y que con ello tenemos que comprobar los requisitos administrativos para viajeros como consecuencia del Covid. Preguntamos en recepción y la verdad es que el tipo tampoco lo tenía muy claro y nos remite a la web de la Xunta donde nos piden una serie de datos totalmente absurdos y diferentes de los del día anterior en Asturias, tres días antes en Cantabria o antes en Castilla León. Al final decidimos obviarlos y no nos registramos porque total, en un par de días habremos salido de Galicia y por ahora todos respiramos bien. Al de recepción, como buen gallego, le importa "un carallo" lo que hagamos, así que cogemos las llaves y nos subimos a las habitaciones buscando la ducha.


Una vez todos aseados y tomándonos una cerveza en la terraza del bar del hotel y disfrutando del sol que nos ha esquivado todo el día, Pepe nos dice que ha hablado con un cliente suyo de la zona y le ha recomendado un sitio para cenar productos locales, y que en compensación de todos los males del día nos quiere invitar a un homenaje en condiciones. No hay mucho más que hablar. Pedimos dos taxis y nos vamos para el centro donde damos un paseo disfrutando de una ciudad muy ambientada pese a la presencia de mascarillas. El paseo, una vez que el sol se ha impuesto claramente a las nubes y deja una espectacular paleta de colores en el cielo mientras se esconde, se hace muy agradable, con una temperatura ideal para caminar rumbo al restaurante.

En la cena nos pegamos una comilona de escándalo de bichitos con concha y otras variedades, pero no nos podemos parar mucho a la sobremesa porque por motivos de aforo los turnos de comida son cerrados y tenemos que dejar la mesa rápidamente. Intentamos encontrar un sitio por la zona para tomar una copa relajada tras la cena, pero nos resulta imposible por estar muchos bares cerrados y los que están abiertos no tienen sitio, así que decidimos volver al hotel y tomarla en el bar.








Nos sentamos en una mesa y nos pedimos una copa para tomarla tranquilamente recordando las anécdotas del día, pero en pocos minutos se acerca el camarero para decirnos que por motivos de Covid tiene que cerrar en cinco minutos. Lógicamente eso nos sienta como un jarro de agua fría, pero podemos convencerlo de que nos ponga otra ronda y la dejamos reservada para tomarla tranquilos cuando acabemos la que tenemos recién puesta aunque él ya haya cerrado. Jodido virus.

Al final, y sin otra opción, nos subimos a la habitación y nos acostamos esperando que la mejora del tiempo de esta tarde se mantenga para el día siguiente y podamos disfrutar la ruta prevista.  

 

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