GASTROMOTICA 2020.- VAMOS, QUE NOS VAMOS…

Los ánimos están por todo lo alto y estamos deseando de empezar el viaje. No es solamente por la ruta en si, que siempre es un buen plan con amigos, sino la liberación que nos supone a todos dejar atrás la extraña sociedad en que estamos viviendo, todos con miedo, sin querer acercarte al resto de personas, con barreras, distancias de seguridad, mascarillas…

Pero que nadie piense que vamos a incumplir las normas. Vamos a usar mascarilla (el casco tiene esa consideración para nuestros gobernantes), vamos a estar en espacios abiertos y con distancia de seguridad entre nuestras motos, pero seguro que va a ser más divertido.

Tenemos tantas ganas de viaje que quedamos el día previo Antonio y yo para llevar las motos a lavar y así salir relucientes, y es en ese momento cuando veo que la rueda trasera de su moto está en las últimas. Se lo hago ver y confirmamos que con esa rueda no se puede ir de viaje, así que llama inmediatamente al taller para que se las cambie. Como es lógico no tienen existencias de ese modelo y tras varias gestiones le dicen que no se la pueden poner antes del día siguiente a medio día como mucho. Primer problema del viaje.

Nos ponemos todos en contacto para intentar buscar una solución o retrasar la salida, pero Antonio se niega en redondo y no para hasta que le confirmamos que saldremos según el plan previsto y lo esperamos en Ávila, nuestro primer destino, donde tenemos previsto comernos uno de sus famosos chuletones.

Con esa primera contrariedad salimos en una muy calurosa mañana del julio cordobés pero contentos y conscientes de que no es más que una anécdota que en nada va a empañar nuestro viaje. Quedamos temprano para desayunar juntos y pronto cogemos la N502 que en principio habría de llevarnos hasta Ávila. Hacemos varias paradas para refrescarnos por el camino y en una de ellas decidimos que, para ponerle un poquito más de aliciente a la ruta, nos vamos a desviar por el Puerto de Mijares y disfrutar de unas magníficas curvas y vistas por una carretera totalmente solitaria que nos permite disfrutarla a tope. Para ello además contamos con el asesoramiento de Sergio que hace años estuvo destinado por aquí y conoce bastante bien la zona.

Tampoco podemos pararnos mucho en el camino ya que tenemos que estar en Ávila a la hora del almuerzo y buscar un sitio para comer, ya que los restaurantes que tenía controlados de otras visitas estaban cerrados por Covid. De hecho, el hotel que hemos podido reservar está a las afueras de la ciudad, por lo que tenemos que sumar el tiempo de desplazarnos hasta el centro, así que hacemos un par de fotos y seguimos ruta.





Llegamos al hotel con hora, dejamos las motos y subimos a las habitaciones para refrescarnos y ponernos ropa cómoda para ir a comer. El taxista que nos lleva nos dice que hay muchos restaurantes cerrados pero que nos deja por el centro donde seguro que encontramos algún sitio ya que tampoco es que haya mucho turismo. Al final, siguiendo sus indicaciones llegamos a un restaurante cuyo nombre no recuerdo que tenía bastante cola, pero pedimos una mesa y aprovechamos que nos dice que tenemos que esperar al menos cuarenta minutos para irnos a una terraza cercana a tomarnos unas cervezas. Allí aprovechamos para hablar con Antonio y nos dice que en media hora salía con ruedas nuevas directo por autovía hasta Ávila aprovechando los más de cuarenta grados que marca el termómetro. No le envidiamos, y menos con nuestra segunda jarra de cerveza fresquita en la mano.

Llegamos al restaurante donde trabajan con menú del día a un precio cerrado. Todos tenemos claro que queremos chuletón, así que el segundo plato está decidido. Para los primeros optamos por compartirlos a modo de entrantes y pedimos papas revolconas, jamón y otras delicias de la zona, todo ello regado con un vinito de la Ribera del Duero.  





Tras el merecido homenaje damos una vuelta por una ciudad casi desierta. Entre la temperatura y la poca afluencia de turismo podemos disfrutar de un paseo por sus calles solitarias y las murallas haciéndonos un poco a la idea de lo que debió ser la vida en esta ciudad antes del boom del turismo.

Después del paseo, y aprovechando que la tarde va cayendo, nos sentamos en una terraza a la sombra en la Plaza del Mercado Chico a tomarnos un refrigerio y a esperar a Antonio, que ya ha llegado al hotel, y se reunirá con nosotros tras la imprescindible ducha.

Una vez todos juntos nos ponemos al día de las andanzas de la jornada y ya relajados brindamos con otra copita para más tarde volver al hotel dando un agradable paseo. Cenamos en la terraza del restaurante del hotel con unas magníficas vistas a la muralla y con una temperatura mucho más agradable de la que hemos tenido el resto del día. Tomamos unas raciones y charlando nos damos cuenta de que ya es tarde y debemos retirarnos para poder levantarnos temprano al día siguiente.






Ya en la habitación caemos rendidos en la cama. No ha sido una etapa de mucha carga de kilómetros, pero han estado todos agrupados por la mañana con pocas paradas ya que queríamos estar sobre las 2 en destino. Además, el calor, la abundante comida y la caminata, unido a la falta de costumbre después de meses encerrados en casa, hace que estemos cansados.

Mañana nos espera otra magnífica ruta dirección al norte. Esperemos que haga algo más de fresquito









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