Vaya tela lo que nos ha tocado vivir. Creo que ninguno de
nosotros en nuestras más terribles pesadillas creería que lo que tantas veces
hemos podido ver en películas catastrofistas, se podría hacer realidad. Un
virus mundial que se contagia a través del aire y que está esquilmando la
población sin freno ni control.
Después de unos meses duros, muy duros, por la pandemia
mundial, el forzado confinamiento y la grave incertidumbre de lo que estaba
ocurriendo y hacia donde nos dirigíamos, por fin vemos la luz al final del
túnel, podemos salir a la calle y retomar unas relaciones sociales y personales
que habíamos perdido y no sabíamos cuándo íbamos a recuperar.
Más adelante llegarán momentos de cabreo cuando analicemos
con perspectiva las acciones de nuestros gobernantes y la inutilidad de la
mayor parte de ellas, igual que nos indignaremos cuando sepamos que el
sufrimiento de muchos ha sido aprovechado por los cuatro de turno para hacerse
ricos, pero ahora miramos al futuro con esperanza y nos conformamos con las
pequeñas gotas de libertad que nos van dando, aunque sea con horarios,
limitaciones de grupo y de movimientos.
Afortunadamente en nuestro entorno más cercano no hemos
tenido que lamentar ninguna tragedia más allá de la incomodidad de lo vivido, y
nuestro confinamiento ha sido mejor que el de muchos ya que, por fortuna, no nos
hemos tenido que encerrar en micropisos con vistas al cemento, pero ya echamos
de menos volver a ver a los amigos, ponernos al día con una cerveza de por
medio y, como no, montar de nuevo en moto.
La verdad es que este año es muy complicado incluso hablar
de un viaje en moto. Evidentemente, en la situación en que estamos, es absurdo
siquiera plantear salir de España, pero es que hasta
pensar en un viaje por nuestro país tiene su dificultad.
El viaje por los Alpes del año pasado fue un revulsivo para
muchos. Fue la ocasión de juntar un grupo nuevo de personas bastante
heterogéneo que nunca habían viajado juntos y del que surgió una verdadera
amistad por la cercanía de temperamentos y visión de la vida y que, antes de
que hubiéramos oído hablar de Covid 19, esperaba con expectación el verano para
poder tomar de nuevo la moto y recorrer carreteras como excusa para juntarnos
de nuevo.
Cuando ya en junio pudimos empezar a salir con cierta
normalidad empezamos a llamarnos y preguntar por los planes. En un principio
pensábamos que lo mejor era abortar el viaje por la incertidumbre de la
evolución de la pandemia, el temor a un rebrote en contagios (lo que después
conoceríamos como “olas”) que obligara a un nuevo confinamiento y nos pillara
lejos de casa, las limitaciones de movilidad que preveíamos se iban a
implantar, el no saber si encontraríamos hoteles o restaurantes abiertos o
nuestra propia situación económica y las inciertas perspectivas de reactivación
económica que todos teníamos y que nos pillaba con las reservas ya en mínimos
por los tres meses sin ingresos que habíamos tenido ya que todos somos
autónomos y hemos tenido que aguantar a pulmón el encierro.
Tuvo que ser el mayor de todos, el que, desde la perspectiva
de la experiencia y también por el temor a que en el futuro no pudiéramos
hacerlo, nos convenciera a todos de que teníamos que salir en moto. Teníamos
que recuperar nuestras vidas y la afición que tantas alegrías nos da, y
desquitarnos de los negros momentos que habíamos vivido. ¿Que tenía que ser más
corto el viaje?, lo disfrutaríamos más, ¿Qué tenía que ser más cerca?, menos
gastábamos, ¿Qué teníamos que llevar mascarillas?, nos hacíamos unas
personalizadas…
Y en esa situación y con el gesto de disconformidad de
nuestras madres y mujeres en nuestra mente, decidimos que sí, que nos teníamos
que ir de viaje en moto y recuperar nuestras vidas. Demostrarnos a nosotros
mismos y a quién quisiera escucharnos, que todo esto no podría con nosotros y
si al final nos ganaba, por lo menos nos pillaría con una sonrisa en la cara.
Otra cosa era la intendencia del viaje, pero esta vez, como
la anterior, y como se convertirá en costumbre en el futuro, eso será cosa mía
y ellos se limitarán a pedirme los tracks una vez estén hechos y seguirlos sin
protestar, así que me puse manos a la obra.
Con todas las limitaciones que teníamos, y pensando en
buscar algo compatible con el grupo y las circunstancias decidí poner en
práctica un viejo proyecto que alguna vez había acariciado y de eso surgió la
GASTROMOTICA 2020. La idea es diseñar un viaje en moto haciendo coincidir los
destinos de cada etapa con platos típicos de cada zona, restaurantes especiales
o cualquier otro motivo siempre que esté relacionado con la gastronomía, todo ello
unido por carreteras y paisajes del gusto del motorista y el plan salió solo:
Picos de Europa y Galicia.
Cuando lo planteé en el grupo la conformidad fue inmediata.
A todos nos gusta comer bien y además con este plan la carga de kilómetros
debía ser pequeña en cada etapa de forma que nos permitirá la mayor parte de
los días llegar con hora de comer. Evidentemente, después de comer tendríamos
que tener las motos aparcadas o como mucho estar cerca del destino, así que con
todos conformes me puse manos a la obra con la organización, dejando a Antonio la importante tarea de designar un logo para
el viaje para poder hacernos el vestuario oficial.
No fue fácil encontrar hoteles y restaurantes, ya que muchos
estaban cerrados o en el mejor de los casos no garantizaban que fueran a estar
abiertos en esa época, y con la situación sanitaria no podíamos arriesgarnos a
ir a la aventura. Otra cosa era los requisitos legales para el viaje, ya que
estábamos entre la obligación de llevar mascarilla o no, dependiendo de las
zonas (por entonces el Gobierno estaba empezando a decir que era obligatorio
llevar mascarillas aunque antes dijeran que no servían para nada), en algunas
Comunidades Autónomas imponían a los viajeros registrarse y comunicar destino
para tener trazabilidad de los posibles contagios, y todavía colean los límites
de personas juntas y cruce de provincias, pero nos liamos la manta a la cabeza
y a finales de julio nos pusimos de nuevo en ruta.
Por cierto, que este año se suma al grupo y nos acompaña
nuestro amigo Sergio. El año pasado no pudo venir a los Alpes pero ya hemos
rodado juntos muchas veces. Además, nos vendrá muy bien ir escoltados por un
agente de la autoridad.
¡Nos vamos!
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