Hoy me despido de la que ha sido mi compañera de viaje
durante los últimos años. Es una sensación agridulce. Por un lado recuerdo con
alegría los muchos y felices momentos que hemos vivido juntos, pero por otro me
invade la tristeza al saber que desde ahora nuestros caminos se separan. A
partir de hoy yo compartiré mis nuevas aventuras con otra y ella supongo que
encontrará otro compañero y vivirá otras historias.
Nuestra relación empezó como empiezan todas las historias de
amor. Con mucha pasión y el deseo de pasar todo el tiempo juntos. Fueron meses
de actividad frenética, buscando cualquier excusa para estar juntos y
disfrutando cada momento ya fuera los dos solos o acompañados de otras parejas.
Después llegó el confinamiento y el obligado aislamiento que
necesariamente tuvimos que soportar. Ni siquiera eso sirvió para distanciarnos.
Cada vez nos necesitábamos más y buscábamos las vueltas para estar juntos
aunque eso implicara vulnerar en ocasiones absurdas leyes para tiempos
absurdos.
De esa época salimos reforzados y retomamos nuestra relación
intensificando cada vez más y dentro de las posibilidades nuestros vínculos. De
nuevo pudimos salir juntos o con otros amigos y recuperar parte de ese tiempo perdido.
Hemos llegado a integrarnos el uno con el otro. Sabemos
distinguir todos nuestros gestos, incluso aquellos que nadie aprecia. Reconozco
cada uno de sus sonidos igual que ella sabe interpretar cada uno de mis
movimientos. Me ha dado muchísimas horas de felicidad y ahora sé que no siempre
he estado a la altura y tal vez no la he tratado como se merecía, incluso
abusando de su generosidad, pero ella nunca me ha hecho un desaire. Al
contrario, siempre ha sido noble conmigo e incluso las pocas veces que no me ha
respondido como yo requería, ha sido por mi culpa.
Hoy, ley de vida, la cambio por una más joven. Se me ha
nublado la mente con unas curvas más generosas y un temperamento más impulsivo
sin darme cuenta de que tal vez ya no tenga edad para esas cosas, pero ello no
me ha hecho ni un reproche, ni siquiera al saber que me voy con otra de su
misma familia.
Hoy me despido de ella con pena y nostalgia. La miro una última vez mientras la dejo abandonada en la acera de camino hacia mi futuro y se me coge un
pellizco en el alma, sobre todo al comprobar que no hay rencor en su mirada. Solo espero que pueda encontrar pronto un nuevo compañero con el que
vivir nuevas aventuras y que la quiera y respete al menos como yo lo he hecho.
Cuando al fin acaricio a mi nueva compañera y le susurro palabras secretas al oído ella aparta la mirada para
no hacerme sentir mal. Genio y figura hasta el final.
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