De vinos por Francia 2018.- Fluimos?

 

La mayor parte de las personas trabajan durante todo el año con el horizonte puesto en sus vacaciones de verano. Buscan el destino, las fechas, alojamientos ideales para poder pasar unos días con la familia o amigos, para descansar, ir a la playa o montaña, divertirse en discotecas o lo que cada uno tenga en mente. En este sentido yo soy un privilegiado, porque además de esas vacaciones “tradicionales” en que busco mi destino para descansar con mi familia, también me reservo unos días para viajar en moto. Alguno pensará que es trabajo doble elegir dos destinos, alojamientos, visitas y demás, pero yo disfruto tanto la preparación como el viaje.

Este año Fran ha vuelto al redil. Tras un año en el dique seco después de nuestra aventura en tierras portuguesas, esta vez no ha querido perder la oportunidad y se ha apuntado con tiempo al viaje. Como suele ser habitual me ha tocado toda la intendencia de la ruta, decidir destinos, etapas, carreteras, hoteles y demás y él se apunta a lo que salga. Será que se lo pasó bien hace un par de años y no quiere cambiar muchas cosas.

Cosas de la vida, a finales de junio estábamos comiendo en el restaurante de nuestro amigo Javi y al hablar de los planes de vacaciones le comentamos que nos íbamos de viaje en moto y sobre la marcha se apuntó, así que este año somos tres que nunca hemos viajado juntos pero que tenemos un temperamento si no similar, al menos complementario, y seguro que vamos a tener ocasión de reírnos muchas veces en este viaje.

Una vez que tenemos a los participantes hay que concretar el destino, y este año nos vamos a dar una vuelta por la ruta del vino en Burdeos, Francia, visitando algunos de los pueblos medievales más bonitos de la zona y culminando nuestra ruta en la ciudad amurallada de Carcasona. Salvo el consabido tirón de ida y vuelta desde Córdoba hasta el norte, el resto de etapas serán cortas y con poca carga de kilómetros pero no de cosas que ver, así que estaremos casi todo el día montados en moto pero eso sí, disfrutando como marranos en fangal.

El primer problema del viaje viene cuando mis dos compañeros me comentan que ven excesiva la carga de kilómetros de la ida y la vuelta ya que no tienen mucha experiencia en viajes largos en moto y temen acabar muy cansados antes de cuenta. La alternativa es hacer escala a mitad de la península tanto a la ida como a la vuelta, pero eso nos descoloca las fechas de las que disponemos a la vez que dispara el presupuesto, así que habrá que pensar en una solución.

La primera que propone Fran es montar las motos en su remolque y tirar en coche hasta Pirineos, buscar allí un parking seguro para dejarlos y hacer la ruta en moto. El problema es que su remolque es el tradicional de tres carriles pero en el que solamente caben dos motos medianas y lógicamente las tres no entran. No son especialmente grandes las motos, mi FZ6, la F800 de Fran y la R1150R de Javi, pero esos remolques están pensados para motos de campo más ligeras y es inviable. A través de amigos y conocidos intentamos localizar un remolque más grande en el que quepan las tres, pero después de ver varios confirmamos que es objetivo imposible. Como a mí no me cuesta tanto hacer esa etapa en moto y, para qué engañarnos, no me parece digno empezar un viaje en moto con ella a cuestas y yo en un coche, les propongo que vayan ellos con el remolque y yo me voy en moto para encontrarnos allí, a lo que se oponen frontalmente con la idea de que tenemos que ir todos juntos.

Al final alquilamos una furgoneta grande (muy grande) en la que caben las tres motos, subiremos hasta Sabiñánigo, dejaremos allí el furgón, haremos la ruta y volveremos en el mismo vehículo hasta Córdoba. Una pasta y además va en contra de mis conceptos de viaje en moto, pero bueno, es un viaje de amigos y nos tenemos que adaptar a todos. Al final sin duda que merecerá la pena.

Dicho y hecho, el día de la partida quedamos temprano para montar las motos en el furgón en casa de Fran donde nos tiramos un buen rato para subirlas, anclarlas y meter equipaje. Es la primera vez que subimos motos tan pesadas en un vehículo que no está pensado para ello. La inclinación de la rampa es alta y no le tienes cogido el punto de gas en primera a la moto, lo que nos da algún sustillo, pero al final no hay problemas, las subimos todas sin que ninguna caiga al suelo. Ya veremos por la tarde cómo las bajamos marcha atrás, pero eso es otra cuestión.





Nunca he viajado en este tipo de vehículo y al principio se me hace raro compartir con otros dos mozos de buen año una única hilera de asientos en los que el confort no es el de un turismo, pero pronto empezamos con las bromas y las risas y lo tomamos más como una aventura olvidando la incomodidad. Parecemos tres chiquillos que se van de campamento y esa ilusión nos lleva en volandas por la autovía dirección al norte. La verdad es que el viaje es monótono con muy pocas paradas para compensar con tiempo de conducción la menor velocidad que el vehículo cargado con motos impone, y cuando paramos es para refrescarnos rápido y cambiar de conductor. Eso sí, tenemos suerte y encontramos un sitio para comer extraordinario en el que nos encajamos el mejor menú del día en relación calidad precio que he probado en mucho tiempo.








El día avanza y ya cuando empieza a atardecer conseguimos llegar a nuestro destino de hoy. Ahora toca encontrar el apartamento que tenemos reservado y un lugar suficientemente amplio como para aparcar el furgón y poder bajar las motos. Decidimos hacerlo todo cuando llegamos y dejar las motos aparcadas en el parking del apartamento y así mañana ya salimos directamente. La operación es más compleja que la carga de las motos ya que para subirlas cuentas con la ayuda del acelerador y el sentido normal de marcha del vehículo, pero bajarlas marcha atrás se complica, máximo en una calle abierta al tráfico y sin mucho espacio para maniobrar. Al final todo se hace con éxito y subimos para ducharnos, cambiarnos y sin mucha pausa salir a cenar algo.

Nos sorprende que en pleno agosto el pueblo esté bastante vacío y que no veamos mucha oferta de restauración, pero al final damos con un barecito en que nos ofrecen diversas opciones de carne a la brasa y claro, conociéndonos, nos paramos allí a cenar con unas cervezas. O tal vez nos paramos a tomar cervezas y picamos algo. Muchas veces cuesta encontrar la diferencia. Para rematar la noche nos metemos en una cafetería – pub para tomar una copa y echar unas partidas de dardos (creo que es la primera vez en mi vida que juego a los dardos en una máquina de bar) donde nos echamos unas buenas risas antes de retirarnos a una hora prudente a la casa para descansar.



Por cierto, que agradable dormir en Pirineos cuando te has levantado en el agosto de Córdoba…

 

 





Comentarios

  1. Lo tuyo ya es vicio. Jajaja y encima con vino.
    Cuidado con los examenes de alcohol, a ver si váis a aprobar. Jajaja

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    1. Jajaja, no te preocupes que no fue para tanto. Algún incidente con el vino sí tuvimos, pero no llegó a mayores...

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