Nunca me han pegado un tiro ni me
han dado una puñalada, pero el dolor que me ha sacado esta mañana de la cama no
puede ser superior a eso. Imposible. Estaba plácidamente dormido a eso de las 6
cuando se me ha montado el gemelo izquierdo de repente y de una forma brutal.
Me he tirado al suelo intentando estirar el músculo, me he levantado y he
estirado contra la pared y nada. Lógicamente he despertado a todos con la
maniobra, que me han mirado con asombro y sin saber qué hacer.
Finalmente he conseguido
desmontar el músculo y recuperar la normalidad pero las secuelas van a ser
serias. Se me ha roto el músculo según me comentará el fisio cuando vuelva, y
las consecuencias son que no puedo casi apoyar la pierna en el suelo y andar
con mucho cuidado y dolor. En esta situación me planteo muy seriamente por el
dolor y la falta de movilidad darme la vuelta y abortar el viaje. Es una pena,
pero no creo que pueda seguir así. Lógicamente el resto del grupo me convencen
de que intente seguir, que seguro que se me pasa, y en contra de toda lógica
decido hacerles caso. Mientras me visto y recojo cojeando, medito sobre todo lo
que me ha pasado en las últimas 24 horas, con el incendio de la moto y la
lesión, y es inevitable pensar que el viaje está gafado y lo mejor es volver,
pero le doy otra oportunidad.
El dolor es muy fuerte y me
cuesta un mundo montar el equipaje y subirme a la moto, pero lo que es
imposible es levantarla desde la pata de cabra, operación para la que me
tendrán que ayudar durante todo el día. Bueno, he decidido intentarlo y lo voy
a hacer. Salimos buscando los Pirineos con el fresco de la primera hora de la
mañana y me obligo a sonreír y disfrutar la ruta.
No hemos andado ni media hora cuando nos encontramos en medio de la carretera un coche volcado que acaba de tener un accidente bastante aparatoso y la gente que iba dentro está bien pero acaban de salir del vehículo. Si llegamos a pasar tres minutos antes, nos pilla a nosotros por delante y hubiera sido una tragedia. Otra vez a pensar si no estará esto gafado y no tendríamos que dar la vuelta para no tentar a la suerte.
Hacemos borrón y cuenta nueva y
seguimos nuestro camino hacia las montañas que se dibujan al fondo de la
carretera. Menos mal que ninguno es supersticioso, ya que conozco a alguno que
con estos mimbres hubiera vuelto grupa sin pensarlo dos veces.
La carretera cada vez se pone más
interesante. El paisaje mejora mucho y el trazado empieza a serpentear por el
valle que nos lleva a la cordillera. Pasamos junto a algún embalse que pone
tono azul al horizonte que al mezclarse con el verde nos alegra la mañana ya
que estas combinaciones no las hemos disfrutado a la subida ni se prodigan
mucho por el sur. Poco a poco la carretera empieza a subir y retorcerse cada
vez más, ya que no vamos a tomar, al menos por ahora, ninguna vía rápida para
poder disfrutar de la moto y el paisaje. La verdad es que el recorrido es una
maravilla, ahora por carreteras al borde de acantilados con magníficas vistas,
ahora en un túnel vegetal que cubre el sol y que a mi particularmente me
encantan, todo ello con algún tramo recto, todo hay que decirlo.
Nuestro próximo destino, aparte de recorrer los Pirineos y disfrutar de sus vistas y carreteras, son los Gorges de Galamus, una garganta natural de unos dos kilómetros de largo que sirve como salida de los Pirineos, franceses ya, y que ofrece un trazado y paisaje espectacular, o al menos eso he visto por fotos, con el río al fondo formando pozas y saltos de agua. La verdad es que en el proceso de documentación previo al viaje me llamó mucho la atención y lo puse como destino intermedio, pero no conté con la masificación turística de finales de julio. Lamentablemente, la belleza del destino hace que sea imán turístico con muchísima gente que va a pasar el día en las pozas, hacer escalada o barranquismo, y está saturado.
Como es lógico, la carretera que
cruza la garganta es muy estrecha y revirada y dificulta en condiciones
normales el paso de dos vehículos, lo que hace que en periodo estival el
tráfico esté limitado y tengas que hacer una cola importante para pasar en tu
turno. Además, como el paso va regulado por tiempo, no te puedes parar en medio
del recorrido a disfrutar del paisaje, por lo que no pudimos pararnos a
saborearlo ni hacer fotos. Además hay que ir con mil ojos porque hay mucho
peatón caminando por el tramo haciéndose fotos y no puedes perder la calzada de
vista. A la entrada y la salida de la garganta, pero bastante alejados hay
bolsas de estacionamiento para el turismo, pero no era viable parar allí las
motos y volver vestidos de romanos para hacer la foto, así que fue una
experiencia un poco agridulce. Vimos de pasada que es muy bonito, pero no lo
pudimos disfrutar. Tal vez en otra época es mucho más disfrutable. Me lo apunto.
Una vez que hemos salido de los
Pirineos, nos adentramos en una zona más llana y cercana a la zona de los
castillos cátaros, pero esta vez tendremos que dejarlos pasar porque no nos da
el tiempo de viaje para todo. Aun así tenemos programada como parada en el GPS
el pueblo de Lagrasse, una joya medieval cercana a Carcasona y que cuenta con
la distinción de ser uno de los pueblos más bonitos de Francia (Les Plus Beaux Villages de France, que
tiene una fantástica web para orientarte sobre destinos en el país vecino, https://www.les-plus-beaux-villages-de-france.org/fr/le-label/qui-sommes-nous/
). Nos bajamos de la moto y dimos un paseo por sus calles empedradas hasta el
río con su Pont Vieux y al fondo la abadía. No voy a ocultar que a más de uno
le apeteció un baño en el río como hacían algunos chavales, pero optamos por
sentarnos en una terraza a tomar un refresco como medio de refrescarnos.
La jornada ha sido larga, más de lo que a esta altura habíamos previsto, así que revisamos la ruta y decidimos abandonar el trayecto previsto y coger autopista para llegar a Aviñón donde tenemos reservado hotel con la idea de poder dar una vuelta por la ciudad monumental y cenar tranquilamente. Con esa idea nos relajamos al fresco de la terraza donde estamos y al final se nos echa la tarde encima. Total, según el GPS nos quedan dos horas y media y son las cinco de la tarde.
En cuanto podemos tomamos la autopista que nos llevará a nuestro destino, pero no contábamos con el infernal tráfico que abarrota la vía y que colapsa todos los puestos de peaje, que no son pocos. No hay nada más desagradable para un aficionado a la moto que conducir por una autopista atestada de coches a ritmo bajo, y eso es lo que nos ha tocado hoy.
Al final, contando el retraso en
salir y el suplicio de la autovía, llegamos al hotel pasadas las nueve de la
tarde, y como habíamos cogido un hotel de la cadena Premiere Classe, no había
personal de recepción y nos tocó rescatar las llaves de una consigna con
instrucciones en francés. La verdad es que tardamos un poco porque no era
sencillo el proceso de pago y recogida, y entre eso, dejar las motos bien
averiguadas, subir a la habitación y asearnos un poco, y que el hotel estaba a
las afueras de la ciudad, nos tuvimos que conformar con buscar rápido un sitio
para cenar y dejar la visita para otra ocasión. Estos franceses cenan muy
pronto y la cosa se complicó bastante, pero al final pudimos reponer fuerzas en
una especie de asador de carne que estaba casi cerrando pero se apiadaron de
nosotros. Otro día que le ha sobrado una hora de ruta a Pepe.
Tras las necesarias cervezas y
risas volvimos al hotel donde nos despedimos cada uno a su habitación para
descansar, emplazándonos para el día siguiente temprano para seguir ruta, ya
que la visita a la ciudad nos restaría horas que nos van a hacer falta para la
jornada prevista.
Antes de acostarme miro asombrado
mi gemelo que ahora parece un morcón ibérico por forma y color y espero que el
descanso en posición horizontal mejore su estado.










Comentarios
Publicar un comentario