ALPES 2019.- ENTRAMOS EN FRANCIA

 

Nunca me han pegado un tiro ni me han dado una puñalada, pero el dolor que me ha sacado esta mañana de la cama no puede ser superior a eso. Imposible. Estaba plácidamente dormido a eso de las 6 cuando se me ha montado el gemelo izquierdo de repente y de una forma brutal. Me he tirado al suelo intentando estirar el músculo, me he levantado y he estirado contra la pared y nada. Lógicamente he despertado a todos con la maniobra, que me han mirado con asombro y sin saber qué hacer.

Finalmente he conseguido desmontar el músculo y recuperar la normalidad pero las secuelas van a ser serias. Se me ha roto el músculo según me comentará el fisio cuando vuelva, y las consecuencias son que no puedo casi apoyar la pierna en el suelo y andar con mucho cuidado y dolor. En esta situación me planteo muy seriamente por el dolor y la falta de movilidad darme la vuelta y abortar el viaje. Es una pena, pero no creo que pueda seguir así. Lógicamente el resto del grupo me convencen de que intente seguir, que seguro que se me pasa, y en contra de toda lógica decido hacerles caso. Mientras me visto y recojo cojeando, medito sobre todo lo que me ha pasado en las últimas 24 horas, con el incendio de la moto y la lesión, y es inevitable pensar que el viaje está gafado y lo mejor es volver, pero le doy otra oportunidad.

El dolor es muy fuerte y me cuesta un mundo montar el equipaje y subirme a la moto, pero lo que es imposible es levantarla desde la pata de cabra, operación para la que me tendrán que ayudar durante todo el día. Bueno, he decidido intentarlo y lo voy a hacer. Salimos buscando los Pirineos con el fresco de la primera hora de la mañana y me obligo a sonreír y disfrutar la ruta.


No hemos andado ni media hora cuando nos encontramos en medio de la carretera un coche volcado que acaba de tener un accidente bastante aparatoso y la gente que iba dentro está bien pero acaban de salir del vehículo. Si llegamos a pasar tres minutos antes, nos pilla a nosotros por delante y hubiera sido una tragedia. Otra vez a pensar si no estará esto gafado y no tendríamos que dar la vuelta para no tentar a la suerte.

Hacemos borrón y cuenta nueva y seguimos nuestro camino hacia las montañas que se dibujan al fondo de la carretera. Menos mal que ninguno es supersticioso, ya que conozco a alguno que con estos mimbres hubiera vuelto grupa sin pensarlo dos veces.

La carretera cada vez se pone más interesante. El paisaje mejora mucho y el trazado empieza a serpentear por el valle que nos lleva a la cordillera. Pasamos junto a algún embalse que pone tono azul al horizonte que al mezclarse con el verde nos alegra la mañana ya que estas combinaciones no las hemos disfrutado a la subida ni se prodigan mucho por el sur. Poco a poco la carretera empieza a subir y retorcerse cada vez más, ya que no vamos a tomar, al menos por ahora, ninguna vía rápida para poder disfrutar de la moto y el paisaje. La verdad es que el recorrido es una maravilla, ahora por carreteras al borde de acantilados con magníficas vistas, ahora en un túnel vegetal que cubre el sol y que a mi particularmente me encantan, todo ello con algún tramo recto, todo hay que decirlo.





Nuestro próximo destino, aparte de recorrer los Pirineos y disfrutar de sus vistas y carreteras, son los Gorges de Galamus, una garganta natural de unos dos kilómetros de largo que sirve como salida de los Pirineos, franceses ya, y que ofrece un trazado y paisaje espectacular, o al menos eso he visto por fotos, con el río al fondo formando pozas y saltos de agua. La verdad es que en el proceso de documentación previo al viaje me llamó mucho la atención y lo puse como destino intermedio, pero no conté con la masificación turística de finales de julio. Lamentablemente, la belleza del destino hace que sea imán turístico con muchísima gente que va a pasar el día en las pozas, hacer escalada o barranquismo, y está saturado.

Como es lógico, la carretera que cruza la garganta es muy estrecha y revirada y dificulta en condiciones normales el paso de dos vehículos, lo que hace que en periodo estival el tráfico esté limitado y tengas que hacer una cola importante para pasar en tu turno. Además, como el paso va regulado por tiempo, no te puedes parar en medio del recorrido a disfrutar del paisaje, por lo que no pudimos pararnos a saborearlo ni hacer fotos. Además hay que ir con mil ojos porque hay mucho peatón caminando por el tramo haciéndose fotos y no puedes perder la calzada de vista. A la entrada y la salida de la garganta, pero bastante alejados hay bolsas de estacionamiento para el turismo, pero no era viable parar allí las motos y volver vestidos de romanos para hacer la foto, así que fue una experiencia un poco agridulce. Vimos de pasada que es muy bonito, pero no lo pudimos disfrutar. Tal vez en otra época es mucho más disfrutable. Me lo apunto.

Una vez que hemos salido de los Pirineos, nos adentramos en una zona más llana y cercana a la zona de los castillos cátaros, pero esta vez tendremos que dejarlos pasar porque no nos da el tiempo de viaje para todo. Aun así tenemos programada como parada en el GPS el pueblo de Lagrasse, una joya medieval cercana a Carcasona y que cuenta con la distinción de ser uno de los pueblos más bonitos de Francia (Les Plus Beaux Villages de France, que tiene una fantástica web para orientarte sobre destinos en el país vecino, https://www.les-plus-beaux-villages-de-france.org/fr/le-label/qui-sommes-nous/ ). Nos bajamos de la moto y dimos un paseo por sus calles empedradas hasta el río con su Pont Vieux y al fondo la abadía. No voy a ocultar que a más de uno le apeteció un baño en el río como hacían algunos chavales, pero optamos por sentarnos en una terraza a tomar un refresco como medio de refrescarnos.





La jornada ha sido larga, más de lo que a esta altura habíamos previsto, así que revisamos la ruta y decidimos abandonar el trayecto previsto y coger autopista para llegar a Aviñón donde tenemos reservado hotel con la idea de poder dar una vuelta por la ciudad monumental y cenar tranquilamente. Con esa idea nos relajamos al fresco de la terraza donde estamos y al final se nos echa la tarde encima. Total, según el GPS nos quedan dos horas y media y son las cinco de la tarde. 


En cuanto podemos tomamos la autopista que nos llevará a nuestro destino, pero no contábamos con el infernal tráfico que abarrota la vía y que colapsa todos los puestos de peaje, que no son pocos. No hay nada más desagradable para un aficionado a la moto que conducir por una autopista atestada de coches a ritmo bajo, y eso es lo que nos ha tocado hoy.

Al final, contando el retraso en salir y el suplicio de la autovía, llegamos al hotel pasadas las nueve de la tarde, y como habíamos cogido un hotel de la cadena Premiere Classe, no había personal de recepción y nos tocó rescatar las llaves de una consigna con instrucciones en francés. La verdad es que tardamos un poco porque no era sencillo el proceso de pago y recogida, y entre eso, dejar las motos bien averiguadas, subir a la habitación y asearnos un poco, y que el hotel estaba a las afueras de la ciudad, nos tuvimos que conformar con buscar rápido un sitio para cenar y dejar la visita para otra ocasión. Estos franceses cenan muy pronto y la cosa se complicó bastante, pero al final pudimos reponer fuerzas en una especie de asador de carne que estaba casi cerrando pero se apiadaron de nosotros. Otro día que le ha sobrado una hora de ruta a Pepe.

Tras las necesarias cervezas y risas volvimos al hotel donde nos despedimos cada uno a su habitación para descansar, emplazándonos para el día siguiente temprano para seguir ruta, ya que la visita a la ciudad nos restaría horas que nos van a hacer falta para la jornada prevista.

Antes de acostarme miro asombrado mi gemelo que ahora parece un morcón ibérico por forma y color y espero que el descanso en posición horizontal mejore su estado.


 

Comentarios