ALPES 2019.- EL PLAN

Siempre tengo en mente varios viajes en moto. Cuando digo en mente me refiero a medianamente preparados. Imagino el destino, las posibles etapas y las rutas que me gustaría hacer para unirlas. La verdad es que delante de Google Maps podría pasar horas investigando, imaginando y soñando, y por eso con más o menos intención, siempre tengo algo en la recámara.

Esto me ha servido en ocasiones anteriores cuando me he decidido sobre la marcha a hacer algún viaje y he tirado de proyectos aparcados, pero casi siempre han sido en escala local y con una duración más o menos corta, acorde con lo que hasta hace poco ha sido mi afición a la moto.



Las primeras rutas que preparé fueron por los sitios típicos que todos queremos recorrer, Asturias, Pirineos, País Vasco, algo cercano pero que nos permita huir aunque sea por unos días del calor del sur. De ahí, salté fronteras pero sin hacer alardes, recorriendo Portugal o el pasado año cuando recorrí el sur de Francia de Burdeos a Carcasona, y sin quererlo, fue este último viaje el que lo cambió todo.


En esta última ruta mi eterna Yamaha FZ6 tenía ya más de diez años y de 100.000 Km. y aún así se portó como una campeona, pero una infortunada caída casi parado y una avería en el vaso de expansión me llevaron a plantearme durante las inmediatas vacaciones familiares un cambio. Y así llegué a mi actual BMW R1200GS y los cambios que eso ha supuesto en mi vida mototurística.

En mi pensamiento estaba rondando la idea de que si hasta la fecha no me había importado hacer viajes cada vez más audaces y lejanos con una naked, con una moto pensada y diseñada para grandes tiradas, tenía que subir de nivel, y además me apetecía cada vez más viajar en moto. Eso lo unimos a que en la misma fecha los dos “cuñaos” también cambiaron de moto y se compraron dos KTM 1290, y el resultado de una cena de nochevieja no puede ser otro que el temido “no hay huevos”.



El que me conoce sabe que nada de lo que se me pueda decir cae en saco roto, y así, como quien no quiere la cosa, empecé a fabular con un destino de esos que a todo aficionado a la moto le hace salivar. Me puse como destino los míticos Alpes y ahí empezó el proceso de documentación y aprendizaje.

El resultado final fue que en primavera hice públicos mis planes y los ofrecí a un grupo de gente muy heterogéneo que casi nunca habíamos viajado juntos más allá de alguna escapada de fin de semana en rutas organizadas. El “no hay huevos” se había hecho realidad y ahora cada uno tenía que decidir qué hacer, pero al final juntamos un grupo muy variado de amigos que estaban dispuestos a intentarlo.

El primero en caerse de la convocatoria fue el “cuñao” carpintero que no podía compaginar el trabajo, la familia y la moto en la fecha prevista, finales de julio. El otro “cuñao”, el joyero, dijo que sí, que se venía de viaje y que si no lo aguantaba o no le gustaba que vendería la moto porque si no sirve para esos viajes no la quiere. Hay que decir que hasta ese momento pocos viajes había hecho Manolo, si acaso algunos Desafíos y poco más, pero lo que se dice ruta larga, ninguna.

El segundo en liarse la manta a la cabeza fue el Negro. Llevaba menos de un año montando en moto pero en este tiempo se ha aficionado mucho y no dice a nada que no con su BMW F800. Por supuesto que tampoco ha hecho ningún viaje largo más allá de salidas de fines de semana.

El último fue Pepe, que me llamó un día y me dijo que se había enterado del viaje por Manolo y que se quería apuntar. Le dije que por mi encantado, pero que lo veía complicado por aquél detalle sin importancia de no tener moto. Me dijo que no había problema, que se compraría una BMW R1250 GSA para el viaje y que a la vuelta la vendía, pero que tenía que hacer un viaje de ese tipo en su vida.

Y este es el grupo que monté para irnos a los Alpes a finales de julio. El resto de posibles compañeros de ruta que fueron sondeados no se apuntaron, así que nos juntamos cuatro y nos pusimos todos cara y algunos se conocieron a primeros de abril un día que quedamos a comer antes de ir a recoger todos juntos la moto nueva de Pepe al concesionario. Parece que esto va en serio.



En los tres meses que quedaban para el viaje pisé el acelerador, creamos el inevitable grupo de whatsapp, programé rutas y etapas que compartí en el grupo para que todos opinaran (cosa que nadie hizo), reservé hoteles y propuse visitas y actividades durante la ruta. Compré las tres tonterías que me podían faltar para viajar en la BMW y el resto se hizo con el equipo necesario partiendo de cero, y al final, una semana antes de la partida, quedamos a hacer una barbacoa en mi casa para que nuestras mujeres se conocieran y para que supieran en manos de quién dejaban a sus maridos. Todo listo.

Por fin llegó el día de antes, todo nervios y preguntas en el grupo sobre equipaje, accesorios y espacio en las maletas. Nos despedimos y quedamos al día siguiente en la gasolinera tempranito para cubrir la primera etapa que nos debería llevar hasta Lérida. Con tantos kilómetros por delante no nos puede temblar el pulso y si hay que empezar fuerte pues se empieza.

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