PUERTOS DEL TOUR 2022.- LLEGAMOS A ANDORRA

 

Amanece en Albarracín y la ventana abierta nos ofrece algo de brisa fresca. No como para necesitar el cobijo de una sábana, pero por lo menos para poder prescindir del aire acondicionado. La ducha fría termina de activarme y recojo todo para poder cumplir con el horario pactado. Es curioso cómo cuando viajas en moto tu vida se compone de una serie de rutinas no planificadas que se suceden a diario y que desde primera hora ya te preparan el cuerpo para los kilómetros que vienen. La ducha, los objetos de aseo, la ropa que te vas a poner, cómo guardar cada cosa en su maleta y sólo en esa y con un determinado orden, bajar a la moto y colocar cosas en las maletas, para pasar al manillar con navegador, cámaras…


Parece que hoy nos hemos puesto bien las pilas y podremos salir a la hora prevista. Cojo en mi calidad de tesorero y administrador del grupo las llaves de todas las habitaciones para acercarme a recepción a dejarlas, pagar la pernocta y despedirnos mientras el resto termina de colocar las cosas para salir con la fresca. 

Hay un refrán popular que dice que “el hombre propone, pero Dios dispone”, y ese no lo repasamos anoche mientras cenábamos, así que me encuentro la recepción cerrada con un cartel que informa de que abrirán a las 8.30. Ese cartel tiene toda la pinta de llevar ahí puesto más de dos días, con lo que ayer deberíamos haberlo visto alguno al registrarnos, pero se ve que nadie cayó en la cuenta para haber pagado y dejado todo resuelto con antelación.

Ante esta situación hacemos gabinete de emergencia y decidimos que no podemos esperar hora y media a que abran, y menos en medio de la calle sin ninguna cafetería abierta a la vista. Además eso nos impediría coger las horas frescas del día para avanzar dirección Pirineos. Al final tomamos la única opción viable y decidimos irnos sin pagar y dejamos las llaves en la ventanilla de recepción. En la próxima parada intentaré llamar y explicar la situación para poder pagar por transferencia, bizum o la tarjeta con la que se garantiza la reserva.

No se si fue por lo incómoda de la situación, la sensación de no hacer las cosas bien, o directamente mi caraja matutina, pero me monto en la moto, arranco y meto primera sin haber quitado el candado de disco delantero. Acabo en el suelo y la maleta izquierda separada de mi moto. Temiendo que se hubiera roto el enganche y me fastidiara el viaje levantamos la moto y compruebo que no ha sido grave y que solamente se ha salido de su sitio con el golpe. Desmontar y volver a montar y ahora sí, empezamos el viaje.

No empieza bien el día, no, pero todavía dará para más…

Menos mal que repostamos todos el día anterior, porque la gasolinera está cerrada, pero salvado ese escollo cogemos una carreterita que nos lleva a primera hora por un paraje espectacular, los Pinares de Rodeno, donde disfrutamos de un paisaje y naturaleza que ninguno esperábamos. A esta hora de la mañana no hay tráfico e incluso se nos cruzan en la carretera algunos corzos que no sabían que ya había turistas en la zona. Una delicia.


Llegados a Teruel tomamos la A228 para dirigirnos a la Ruta del Silencio que ninguno conocíamos pero de la que habíamos oído hablar muy bien.

Serían las 9 cuando el hambre empezó a hacerse notar y decidimos parar a desayunar en un pueblecito de la ruta. No habíamos avanzado mucho, unos 100 km., pero la verdad es que fueron muy agradables y nos las prometíamos muy felices pensando que hasta comeríamos en Andorra. El primer problema fue que en el bar que paramos todavía no había pan, pero decidimos esperar con la promesa de un reconstituyente bocadillo, y ahí si que acertamos.




Después de la larga pausa, de llenar la panza y la nevera de agua y hielo, seguimos nuestra marcha. Al poco de salir del pueblo, compruebo en mi retrovisor que el resto del grupo no viene detrás. Ralentizo la marcha para facilitar la reunión, pero al final decido volver sobre mis pasos ya que no vienen. Algo ha ocurrido.  Sin avisar al que va delante (ya verá el hueco en su retrovisor) doy la vuelta y al llegar a la plaza del pueblo donde habíamos aparcado me encuentro con la terrible estampa de dos motos paradas y dos pilotos trasteando en una de ellas. Mal asunto.

Efectivamente, sin saber el motivo y sin que haya habido ningún problema anterior, la moto de Sergio ha decidido no arrancar. Le llega corriente de la batería pero al apretar el starter no pasa nada. Ninguno del grupo es mecánico, pero todos aportamos posibles averías y soluciones más o menos sencillas, pero lógicamente, no conseguimos nada. Desde allí llamamos al mecánico de BMW en Córdoba con el que hay confianza y peor que mejor le explicamos el problema. Nos da unas orientaciones que no nos llevan a nada, le mandamos fotos y videos y nos pide unos minutos para ver qué puede ser, a ver si en remoto puede dar con la tecla.

Apartando un accidente, no creo que haya situación más desagradable en un viaje en moto que tener una moto averiada sin saber qué le ocurre. El desconocimiento se convierte en impotencia y ésta en desesperación al ver cómo pasan los minutos y no puedes solucionar nada. Por tu cabeza pasan todo tipo de escenarios, todos trágicos como el tener que abandonar el viaje, el mal rollo del averiado por joder la aventura a los demás, del resto por saber que eso nos puede pasar a cualquiera y que de allí o nos vamos todos o no se va nadie, y mientras tanto, el tiempo pasa y le damos a los paisanos el argumento de la tertulia de la tarde.



Finalmente probamos a arrancar la moto al empujón y tras varios intentos lo conseguimos. Se complica la operación cuando lo que hay que arrancar es una GS Adventure cargada con las maletas y no hay cuestas a la vista, pero eso no impide que “por probar” paremos la moto a ver si ahora arranca y tengamos que volver a empujar.

Así seguimos camino empujando la moto cada vez que había que parar y Sergio puesto en lo peor pensando en llamar grúa y cancelar vacaciones. Al final llegamos a una solución intermedia y buscamos un taller de moto por las inmediaciones. El mecánico que nos atendió dio con la clave en dos segundos. Se había desconectado el cable del motor de arranque, lo puso en su sitio y a correr. Todos respiramos tranquilos y al final solamente perdimos un par de horas de viaje.

Al final, tras cruzar y disfrutar la Silent Route, reprogramamos el navegador para la ruta más rápida a Andorra con la idea de recuperar algo del tiempo perdido. Un apunte sobre la Silent Route; es una ruta corta, unos 70 km., que transcurre por carreteras vacías y por un paisaje magnífico con un trazado y asfalto perfecto para recorrer en moto. Se agradece que cada vez más las administraciones identifiquen al motorista como un generador de riqueza y no como un delincuente y se generen más opciones como esta. El aficionado a la moto, en general, se encuadra en un nivel económico medio alto que cuando sale de ruta con los amigos quiere descubrir paisajes y entornos salvajes, disfruta de la cultura y gastronomía y es respetuoso con el medio ambiente. Este tipo de turista es beneficioso para los pueblos que visita y es de agradecer esta tendencia con proyectos como este o el de los tres valles en La Rioja y que tendremos ocasión de transitar a la vuelta de este viaje. Seguro que estas rutas los aficionados de la zona se las conocen al dedillo, pero si le das un nombre, marcas la ruta y la difundes en los medios especializados, atraes este tipo de turismo y riqueza para tu comarca a cambio de poca inversión económica porque los paisajes, los pueblos y las carreteras ya están allí.




Ya metidos en faena de acortar tiempo y kilómetros comimos en uno de los últimos pueblos de Huesca un menú del día de los que todavía se estilan en el medio rural, con habichuelas con almejas y costillar por poco más de doce euros y que nos dio pie a una sobremesa reposada en la que por fin puedo contactar con el hotel de Albarracín y me confirman que han cargado la habitación en la tarjeta y Pepe se da cuenta de que se le han roto las suelas de las botas (despegado) y nos prometemos llegar con tiempo a Andorra para visitar alguna de las macrotiendas de ropa motera que allí existen. Con esa idea en la cabeza retomamos la ruta y ya no pararemos hasta el país vecino.



Llegamos con el tiempo justo de parar en la tienda antes de llegar al hotel. Es impresionante la cantidad de cosas que tienen en estas tiendas. Supongo que un niño se sentirá igual que nosotros cuando entra al Toys’r’us, pero te dan ganas de llevártelo todo. Qué pena no ser rico!

Por fin llegamos al hotel en el que Manolo comprueba que sus botas van por el mismo camino pero que aguantarán con un apaño casero a base de recauchutante de bicicleta, nos duchamos, vamos a la zona comercial a comprar algunos regalitos para la familia y nos vamos a darnos el merecido homenaje de final de ruta. Con cuatro cervezas y un trozo de carne se olvidan los incidentes del día y recuperamos la sonrisa en la cara planeando la ruta de mañana. Hoy dormiremos fresquitos con la ventana abierta. Benditos Pirineos…




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