PUERTOS DEL TOUR 2022.- EMPIEZA EL VIAJE

 

Otra vez es julio, y otra vez tenemos por delante el viaje anual en moto que ya se ha convertido en una grata tradición. Lo que comenzó como una ruta por los Alpes hecha de recortes se ha consolidado en un grupo de amigos que cogemos como excusa el viaje en moto para poder salir de nuestra rutina, darnos algún que otro homenaje culinario y sobre todo, reírnos un montón.

Este año se ha caído del cartel uno de los miembros del grupo por problemas mecánicos y a buen seguro que lo echaremos de menos, pero no ha habido opción alternativa y los cuatro que quedamos nos emplazamos tempranito, a las 7.30, en la gasolinera para repostar y comenzar la aventura.

La verdad es que, pese a la hora, hace mucho calor. Si el cambio climático se consolida y las olas de calor van a ser cada vez más frecuentes e intensas, tendremos que replantearnos la costumbre de viajar en julio, porque montarte en la moto con toda la impedimenta a más de cuarenta grados es un suplicio, y eso aunque este año nuestro destino sean los Pirineos, pero hasta que lleguemos hay un tirón.

Llegamos casi todos puntuales y el que llega tarde es el de siempre, por lo que podemos interpretar que llega a su hora. Tostada y refresco esperando (no está el día para café calentito), organizamos el orden de marcha para que los tornillos que alguno suelta no nos afecten a los demás y una vez que nos hacemos la foto que marca el inicio del viaje, enfilamos ruta escondiendo bajo la visera la sonrisa dibujada en la cara de cada uno.



A la primera oportunidad nos salimos de la tediosa autovía a la altura de Montoro y damos las primeras curvas en dirección a Sierra Madrona. Si unimos la euforia del comienzo de viaje a que a esta hora en domingo no hay mucho tráfico, la ruta es una gozada. Algo tiene esta luz de primera hora de la mañana que te incita a pasear en moto.

Una vez que hemos pasado la Sierra con sus paisajes y curvas, el resto del día transcurre en gran parte por carreteras rectas y llanuras infinitas quemadas por el sol. Al atravesar alguna localidad nos cruzamos con paisanos que nos miran con incredulidad sin llegar a entender qué nos hace con esta temperatura montarnos en estos cachivaches y forrarnos de ropa y protecciones. Hay veces que yo tampoco lo entiendo.

Las paradas a repostar se convierten en una carrera hacia el agua fresca para refrescar la garganta y empapar los chalecos refrigerantes que todos llevamos, y ni con esas conseguimos una temperatura agradable encima de la moto. De todas formas, no podemos quejarnos. Esto lo hacemos porque queremos, nadie nos obliga. Diferente es el jornalero que tiene que cuidar el campo o el operario que tiene que trabajar bajo este sol de justicia.

Aprovechando los eternos molinos de viento me imagino al entrañable hidalgo recorriendo estos campos bajo este sol de justicia y entiendo muchas cosas del temperamento castellano.



En esta última parada, y para no dejarlo para más tarde, empezamos con la primera reparación sobre la marcha de la KTM. Es una de esas tradiciones que se van consolidando con los años, y no podemos decir que hemos estado de viaje si no hemos tenido que arreglar la moto de Manolo. Sabiéndolo hacemos bien en quitárnoslo de encima y eso que ganamos, no vaya a ser que más tarde nos pille de sorpresa y sea peor. De todas formas, no será la única moto que tenga problemas este año como veremos...



Entramos en la provincia de Cuenca por la N420 que no soltaremos hasta la capital donde nos adentramos en la Sierra de Cuenca. Aquí ya cambia la carretera, más sinuosa y divertida, aunque la temperatura sigue igual. El calor no da tregua. De siempre me ha gustado mucho esta Sierra y por mucho que la recorra no me canso de sus paisajes y el trazado de la ruta. Así, y tras alguna fotillo por el camino llegamos al nacimiento del Cuervo donde paramos para hacer un picnic y reponer fuerzas. Qué pena de sequía que desluce esta maravilla de la naturaleza.

Tras la comida y un reparador descanso a la sombra volvemos sobre nuestros pasos para repostar en Tragacete pero para nuestra desgracia la gasolinera cierra a medio día y hasta las cinco de la tarde, falta más de hora y media, no abre. Hacemos cuentas, miramos los navegadores buscando alternativas y calculamos que con lo que me queda de depósito no llegamos a Albarracín, nuestro destino, así que tras mucho pensarlo decidimos acudir a los métodos tradicionales y sacamos algunos litros del depósito de una Adventure con lo que podré llegar a la meta sin problemas. Entre nosotros queda el proceso de obtención de macarrón para la operación y las incidencias del trasvase…





Seguimos por una carretera sinuosa y muy divertida hasta que llegamos a Albarracín, repostamos todos y buscamos el hotel. Vaya gozada darte una ducha fría después de este tórrido día. Ya vestidos de turistas y en bermudas decidimos que habrá que refrescarse también por dentro, así que nos vamos a tomar unas cervezas esperando que refresque algo la tarde para visitar el pueblo y cenar.

El paseo por las calles de Albarracín nunca defrauda, por algo está catalogado como uno de los pueblos más bonitos de España. Lo malo es la horda de turistas que abarrotamos todo en busca de la foto perfecta para lucirla en redes sociales. Yo también soy turista, pero entiendo que los habitantes de los destinos turísticos estén más que hartos de que invadan a diario su pueblo, sus calles y su vida. Claro que muchos vivirán del turismo y no querrán que esto cambie, pero si a mí me agobia tanta masificación, imagino que a los que viven allí todo el año no debe gustarles mucho, sobre todo si no sacan rédito de esta invasión.




Terminamos la jornada cenando en una agradable terraza donde recordamos los momentos del día, los buenos con una sonrisa y los malos, por el calor, con un soplido esperando que mañana refresque algo. Volvemos al hotel y nos emplazamos para el día siguiente a las 7 en las motos ya preparados para salir a ver si podemos aprovechar la fresca.





Por cierto, todavía me sabe todo a gasolina.

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