Se levanta una mañana magnífica para viajar en moto. La temperatura es increíble. Ese punto en el que sabes que con la chaqueta de verano vas a estar de lujo. El día está totalmente despejado y el aire huele limpio y fresco incitándote a montar en moto.
Hoy no hay problema con el hotel
y podemos liquidar la cuenta en recepción y tras sacar las motos del garaje nos
damos cuenta del primer contratiempo. Pepe ha perdido la visera del casco y
solamente tiene la pantalla solar. Bueno, con este tiempo va a ser suficiente,
pero desde luego, parece que el viaje está gafado. Son pequeños inconvenientes
que te mosquean sin llegar a cabrear.
Su primera intención es parar de
nuevo en la megastore y comprar visera o en su defecto un casco, pero viendo que
faltan un par de horas para que abran y que probablemente no necesite la
visera, decidimos comenzar la ruta.
Paramos a repostar confiados en los menores precios de combustible en Andorra, pero no contábamos con el descuento aplicado en España, así que pagamos algo por encima de lo que nos hubiera costado llenar antes de entrar en Andorra. Nada en comparación con lo que nos espera en Francia.
Enlazamos tramos espectaculares
con un día increíble. Carreteras en buen estado con un trazado impecable y unos
paisajes de infarto. No hay nada que iguale a esta sensación de empezar un día
de moto con estas carreteras. Llegamos a
un punto elevado en que el paisaje parece una postal con los picos aflorando
sobre un mar de nubes y que en ocasiones nos recuerdan postales de los Alpes.
Es curioso cómo tenemos de mitificados destinos como los Alpes y no valoramos
otros más cercanos y más nuestros que nos ofrecen paisajes similares. Supongo
que el ser humano en general es así, siempre valorará más lo que tienen los
otros que su propio patrimonio.
Pues no. El resto de recorrido
por Andorra lo hacemos inmersos en la nube y sigue igual cuando entramos en
Francia. Un poco más adelante parece que abre y aprovechamos para hacer una pausa
y desayunar. Un espejismo. El resto del día lo pasaremos en nublado e incluso
lloviendo, pero eso forma parte de la aventura y para ello llevamos los trajes
de agua.
A todos nos gusta un croissant,
suena hasta elegante cuando lo pides, pero cuando eres un “motorista aguerrido”
te gusta desayunar una buena tostada con aceite, tomate y jamón o en su defecto
un bocadillo de lomo con queso, y de eso en Francia no entienden. Nos tenemos
que conformar con bollería y café para calmar el hambre y seguir camino.
Poco después de desayunar, y
todavía con algo de sol en el cielo, empezamos a ver las primeras señales
indicativas de la “route des cols” que tendremos que seguir durante los
próximos dos días. Esta ruta cruza los Pirineos por el lado francés desde el Cantábrico
al Mediterráneo siguiendo un sinfín de puertos de montaña, la mayor parte de
los cuales han sido escenarios míticos del Tour de Francia en sus más de cien
años de historia. Con el fin de crear un destino turístico entorno al mundo de
la bicicleta, se ha señalizado esta ruta que trascurre por paisajes
espectaculares y por carreteras increíbles, unas mejor que otras en cuanto a
firme, pero todas con un trazado soberbio. Esta ruta es reclamo para ciclistas
de toda Europa que organizan sus vacaciones deportivas para intentar emular a
sus ídolos y subir estos puertos, y también, como no puede ser de otra forma,
para los aficionados al mototurismo que disfrutamos igualmente estos paisajes
pero con menos esfuerzo. Para mayor información dejo el enlace a la web oficial
que ofrece muchísima información de etapas, distancias, hoteles, restaurantes y
demás servicios que pueden ayudar a programar la ruta. Que nadie se engañe. Aunque la distancia
total son “solamente” 911 km., para hacer el recorrido completo es necesario
emplear por lo menos una semana completa ya que la carretera no permite altas
velocidades y a cada curva te querrás parar a disfrutar el paisaje y hacer mil
fotos.
https://www.lespyrenees.net/route_des_cols
En esta vida todo tiene su
explicación. Si llegas a los Pirineos y disfrutas con sus bosques y cauces de
ríos es porque llueve mucho y durante todo el año. Si tienes suerte, en tu ruta
por esta zona te respetará el clima y disfrutarás de las mejores vistas, pero
lo más probable es que algún día lo pilles nublado e incluso lloviendo, y eso
es lo que nos ocurre a nosotros. Además, la temperatura cambia. Nosotros que
llegamos del horno andaluz con temperaturas ampliamente por encima de los 40
agradecemos una sustancial rebaja, pero cuando el termómetro baja de los 20, es
la hora de bajarse y cambiar el atuendo. Menos mal que llevamos ropa de abrigo
y podemos ponernos camisetas térmicas, sudaderas o incluso en mi caso un
cortavientos grueso debajo de la chaqueta de verano.
Bien abrigados y con una temperatura corporal confortable nos dedicamos a recorrer estos picos y valles saltando de puerto en puerto y disfrutando de las pocas vistas que nos permiten las nubes. En cualquier caso, la ruta es espectacular y cuando no tenemos vistas, las imaginamos, disfrutando cada curva y cada tramo recto acompañados por el curso de algún río o cruzando gargantas escarpadas, teniendo mucho cuidado, eso sí, con los ciclistas y los animales que pacen tranquilamente en su entorno.
Así, y con nuestros cuerpos y
mentes hechos a los horarios españoles, nos damos cuenta de que son las dos y
que no vamos a poder comer en ningún sitio. Al final conseguimos alimentarnos
en un establecimiento en el que con algo de pena nos ofrecen como única
alternativa albóndigas con pasta. Bueno, para calmar el hambre no está mal, así
que comemos y seguimos con la esperanza de que abra algo la tarde para
disfrutar mejor la ruta.
Nada más lejos de la realidad. La tarde empeora y empieza a llover, lo que nos obliga a sacar los trajes de agua. Este año da la casualidad que todos llevamos el mismo traje. Por separado nos hemos comprado el mismo modelo de una pieza que es lo mejor para la lluvia pero lo más incómodo de poner. Decidimos parar en una curva con algo de espacio y allí vestirnos, pero no contábamos con que era la primera vez para todos y la complejidad de meterte en ese traje infernal tú solo vestido con toda la ropa de moto. Cuando estás ya terminado de vestir el traje es cómodo, pero hasta ese momento la cosa se complica hasta el punto de que sería muy difícil ponérselo sin ayuda o acabar revolcado por el suelo. Por si acaso, Sergio decide no ponerse el traje entero sino solamente una chaqueta y mantener los vaqueros.
Tampoco ha sido tanta la lluvia que ha caído y al cabo de un rato deja de llover pero no abre. Decidimos seguir con los trajes hasta el final de la jornada ante el miedo que nos da la operación de quitarlos. Ya digo que una vez puesto es cómodo y no estorba, así que seguimos nuestro camino.
La ruta sigue por una sucesión de
puertos de montaña como la que llevamos todo el día. Carreteras reviradas y muy
divertidas con paisajes espectaculares hasta donde respetan las nubes, que
recorremos con más precaución por la humedad del ambiente y que el asfalto está
mojado. Alguno propone buscar un atajo para llegar al hotel y acortar la ruta y
ante esa propuesta no tengo más remedio que sonreír ya que no hay alternativas.
Estamos en carreteras de montaña enlazando puertos para llegar a nuestro
destino y no hay forma de saltarse ni uno de los puertos.
Al final llegamos a nuestro destino por una carretera maravillosa de esas que enlazan curva tras curva de trazado abierto y que te permiten ir más ligero que en carretera de montaña hasta que empezamos la subida a nuestro último puerto ya que nuestro hotel está en una estación de esquí. Desde arriba debe haber unas vistas magníficas, pero no somos capaces de ver nada porque estamos literalmente dentro de una nube y así seguiremos hasta mañana.
Con algo de suerte en el único
restaurante que hay abierto en la estación nos dicen que nos esperan para cenar
como mucho a las 9, lo justo para quitarnos los trajes de agua y ponernos algo
más cómodo. Cenamos pizza regada con cerveza al módico precio de 7,50 € la
unidad y nos vamos pronto a dormir ya que el día ha sido largo. Las botellas
que traemos de Andorra tendrán que esperar otra ocasión para formar parte de la
ruta.
Amanece un día que parece ser
mejor que el anterior. Se ven rayos de sol entre los huecos que dejan algunas
nubes, pero no termina de abrir. Sí vemos desde el hotel la infraestructura de
la estación de esquí y los cables que suben hacia la cima para los telesillas,
pero no mucho más. Hemos descansado estupendamente, hasta tapados con edredón,
por lo que seremos la envidia de nuestra familia cuando hablamos con ellos. En
Córdoba siguen superando día tras día los 45 grados.
Cogemos la misma carretera que nos llevó al puerto ya que hay que desandar parte del camino, y ahora se disfruta mejor ya que el piso está seco y hay mucha más visibilidad. Empezar el día con esta temperatura y esta carretera es de lo mejor que le puede ocurrir a un aficionado a viajar en moto. Si después vuelve a llover nos dará igual, porque esta primera hora ha valido por diez días de ruta.
Hoy es el día fuerte del viaje,
ya que tenemos que subir todos esos puertos que a todo el mundo le suenan
aunque no haya visto nunca una bicicleta: Aspin, Aubisque, Tourmalet… No es mi
primera vez en esta zona y se lo que me voy a encontrar. Carreteras
espectaculares y vistas impresionantes, una delicia para el mototurista, aunque
el día no sé si nos permitirá ver todos los paisajes que recorreremos. Está
mejor que ayer, pero no sabemos si abrirá del todo.
Enfilamos hacia el primer puerto
del día, Col D’Aspin, viendo con alegría que cada vez parece estar más limpio
el día. En el proceso de aproximación cada vez se ve más distancia y paisaje,
pero conforme vamos acercándonos a la cumbre más nos adentramos en las nubes y
se resienten las vistas. Parece que el sol quiere salir, pero las nubes son más
tenaces. Nos hacemos las fotos de rigor y bajamos por la otra vertiente del
puerto, sin tener todavía claro si nos gusta más una u otra.
Cuando comenzamos la aproximación al Tourmalet nos sorprende la tremenda cantidad de bicicletas que suben el puerto. No es el chorreito de aficionados que ves por toda esta zona, sino una avalancha de gente en bici, desde deportistas perfectamente equipados a familias enteras con ropa del Decathlon. Esto hace que el ascenso se complique ya que al adelantar a estos ciclistas hay que dejar suficiente margen, en nuestro caso más de los 1.5 metros recomendados. Esto no sería problema si no fuera por los coches que suben y que llevan menor ritmo que nosotros y que no lo tienen tan fácil a la hora de adelantar. En cualquier caso, cuando no hay coches, la subida es rápida. Qué gozada el motor que tienen estas motos que hace que el adelantamiento en estos casos sea tan fácil.
Como no puede ser de otra manera,
cuando estamos a cinco kilómetros de la cumbre y el día está totalmente
despejado al haber superado las nubes, nos encontramos que la carretera está
cerrada porque hay una prueba ciclista. No era normal tanta bicicleta en la
carretera. La carretera va a estar cortada hasta las 12, lo que tras pensarlo
mucho, nos decide a dar la vuelta y un rodeo para evitar la cumbre y seguir
nuestra ruta. Esperar casi dos horas parados en la carretera para después
seguir con tal cantidad de ciclistas no es una opción a tener en cuenta, así
que damos la vuelta. Para otra vez será la foto en la cima del Tourmalet, quizá
cuando subamos al Mortirolo…
En la bajada no nos encontramos tanta bicicleta en nuestro carril, pero el tráfico denso de subida hace que no sea especialmente rápida la operación. Enfilamos la vía alternativa programando la más rápida en el navegador por una ruta sin mucha gracia que nos lleva hasta Lourdes y desde ahí volvemos a coger carreteras de montaña para subir Soulor y a continuación Aubisque. Me encanta la subida a Aubisque, aunque hemos vuelto a meternos en la nube y el paisaje no se puede disfrutar igual. Casi en la cima un perro en la carretera se encela con Manolo y después se viene hacia mi moto cruzando por delante. Le doy con el cilindro derecho lo justo para revolcarlo por el suelo pero que no me afecte demasiado a la conducción. Por lo menos el mamón sale corriendo y gimiendo, ileso pero espero que lo suficientemente acojonado como para no repetirlo con otra moto.
Arriba, junto con los caballos
salvajes que casi siempre hay en el puerto, nos hacemos la foto con las
bicicletas y seguimos camino. El viento arrecia en el puerto y no es del todo
agradable seguir allí dentro de la nube. Ya de bajada, y conociendo los
horarios que se gastan por aquí, paramos a comer unas pizzas y seguimos ruta
por carreteras de trazado sinuoso y que nos requieren muchas horas de
conducción.
En este punto, y al alcanzar el
puerto de Labays, decidimos hacer un descanso. Justo en la carretera que
desemboca el puerto hay una señal de tráfico que nos indica a la derecha la
ruta planificada y a la izquierda España. Vuelve a surgir el eterno debate. Son
casi las 5 de la tarde. Según el navegador, si seguimos la ruta prevista
llegaríamos a Pamplona, lugar de pernocta, cerca de las 9. Si tiramos directos
para España llegaríamos según el aparatito, sobre las 7.30.
Hacemos balance de todo, de lo cansados que podamos estar, que ya llevamos una buena mano de puertos, la posibilidad de conocer Pamplona y darnos un homenaje… Al final decidimos acortar la ruta y tirar directos a Pamplona, no sin que antes Sergio me tiente con la opción de irnos los dos por la ruta prevista. Mira que a mi no me gusta acortar las rutas, pero en esta ocasión reconozco que fue una buena idea. La carretera de entrada en España fue una pasada, muy revirada pero con curvas rápidas y carriles anchos asomándote a un paisaje formidable que ahora sí se puede ver porque ha sido acercarnos a la frontera y salir el sol. Disfrutamos mucho esta bajada y llegamos al hotel con una hora estupenda de ducharnos, ir al centro, dar una vuelta y comprar algunos regalos para la familia y pegarnos un magnífico homenaje en uno de los mejores restaurantes de Pamplona por cortesía de Pepe.
A la vuelta ya en el apartamento sí le damos su merecido uso a esas botellas que traemos de Andorra, nos tomamos una copita y nos fumamos un buen puro. Somos conscientes de que el viaje se acaba y queremos saborear cada momento.
Aunque se nota el cambio de
temperatura con respecto a Francia, hoy dormiremos bien. El viaje de mañana
directos a Arévalo será otra cosa.
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