BALCANES 2022.- VUELTA A CASA

 Despertamos temprano, como siempre. Sorprendentemente la cabina del ferry está muy bien insonorizada y no hemos escuchado el jaleo de los campeones. Porque la han tenido que liar a razón de cómo está la cubierta de vasos, latas y demás desperdicios. No creo que sea incompatible ser aficionado a tu equipo y educado o por lo menos limpio, pero viendo lo visto…

Nuevo control de pasaportes al bajar bajo un sol abrasador y enfilamos carretera. Aunque hoy tenemos que coger el ferry de vuelta a Barcelona, no me he resistido a ampliar un poco la ruta para conocer un punto mítico de la costa italiana: Amalfi.




Como vamos regular de tiempo, decidimos coger la vía más rápida que el navegador nos pueda ofrecer sin meternos en autopistas, y eso nos llevó por carreteras en obras y tramos muy lentos desde los que se divisaba un paisaje que tal vez hubiera merecido una visita más detenida.

Con todo y con eso, llegamos a Salerno a la hora de comer y paramos en Vietri sul Mare, inicio de la ruta de la costa amalfitana, para darnos un último gustazo de pasta. Volví a comer pasta con pesto de pistachos, esta vez con gambas, y me reafirmo en lo dicho: es una delicia.





Aquí cometimos un grave error de cálculo y es que buscamos un supermercado de la cadena Coop que sabíamos que vende bolsas de hielo. Lo compramos y preparamos la nevera para afrontar con garantía nuestra última travesía en barco. Casi dos horas echamos entre comer y comprar.

Una vez todo organizado afrontamos la carretera de la costa amalfitana con muchísima ilusión y ganas de disfrutarla. No voy a mentir. La carretera es una pasada, muy revirada y con un asfalto muy bueno, además de pasar por unos paisajes y unos pueblos encantadores y que hemos visto en infinidad de ocasiones en películas, videos y documentales. Hasta aquí todo perfecto para echar una partida de nuestro videojuego favorito, pero no contamos con el tráfico.

Miles de coches, furgonetas, autobuses y sobre todo vespas, que supongo muchas serán alquiladas, pueblan una carretera que por su trazado dificulta enormemente el adelantamiento hasta el punto que en no pocos sitios si se cruzan dos autobuses se produce el atasco y todo se para. Después de un rato comiendo tráfico decido mimetizarme de italiano y hago lo mismo que veo hacer a todas las vespas: adelantar coche a coche a golpe de gas y buscar tramos libres de tráfico que te permita disfrutar la carretera. No lo voy a negar, cuando le coges el gusto hasta es divertido. Mucho.







Lo malo es que esta dinámica te impide ir parando en cada mirador que ves para hacer fotos ya que lo que has adelantado te vuelve a alcanzar. Eso, que está empezando a atardecer y que hay que coger camino a Civitavecchia. Por esto, llegados a Sorrento volvemos a conectar el navegador, esta vez pidiéndole que nos lleve por la vía más rápida y sobre la autopista llegamos ya entrada la noche a destino. Como nos hemos portado bien y vamos sobrados de tiempo, paramos a nuestra última cena del viaje y nos montamos en el ferry deseando bebernos unas cervezas heladas.




Esa era la idea hasta que abrimos la nevera y comprobamos que se ha derretido todo el hielo, las mochilas están llenas de agua y las cervezas calientes. Otra vez a pagar cervezas en el barco que vuelven a estar calientes…

La cabina que hemos cogido esta vez es fantástica, para dos personas y muy amplia, de la que disfrutamos mucho durante el viaje ya que, el mar está muy picado, casi no se puede estar en cubierta. Así pasamos dormitando y descansando hasta las 8 de la tarde en que nos duchamos, recogemos y nos vamos al salón a ver la final de Champions como colofón de nuestro viaje.

Desembarcamos a las 12:30 más o menos y como estábamos descansados decidimos avanzar un poco el camino y salir de Barcelona ahora que no habrá mucho tráfico. Cuando queremos darnos cuenta nos paramos a repostar y vemos que el cansancio nos ha pillado a las 4:30. Buscamos hotel por las inmediaciones y no hay ninguno disponible, así que tras mucho pensarlo decidimos seguir y parar más a menudo para descansar y tomar un café reconstituyente. Entre eso y una siesta que nos pegamos bajo unos pinos sobre las 8 conseguimos llegar sin más problema a casa a las 12:30 de la tarde. Después de todo lo que habíamos vivido, estábamos ansiosos por dejar la autovía y llegar a casa para descansar y compartir con la familia la experiencia.




En este punto recuerdo una frase que leí una vez en un blog, web o foro que no recuerdo y de la que desconozco el autor y que retrata a la perfección los sentimientos que tenemos en este momento: “un viaje en moto es como un buen libro, lo empiezas con incertidumbre, pero lo terminas con nostalgia”.

Ha sido un viaje fantástico que como todos se ha hecho muy corto. Sé que es un tópico, pero tan bueno ha sido el viaje como la compañía y como decía al principio de esta saga, me he reído mucho más que si lo hubiera hecho solo. ¿Qué más se le puede pedir a una ruta?

Como no tengo remedio, ya estoy dándole vueltas al próximo…

Comentarios