BALCANES 2022.- MONTENEGRO Y ALBANIA

 

Llegamos a la frontera de Montenegro por una magnifica carretera que nos permite ver de fondo las masas boscosas a las que debe su nombre. Si todo el país es así, esto va a ser una maravilla.

En la frontera tenemos que esperar una larga cola porque había una única ventanilla y bastante afluencia de coches. Echaremos de menos dentro de un par de horas el tiempo perdido en este control para poder disfrutar más de nuestro paso por Kotor. Pasado el control, y tras la preceptiva foto de entrada, seguimos por la sinuosa carretera hasta que la proximidad de los centros urbanos empieza a ralentizar la marcha y volverla lenta al llegar a la localidad de Herzeg Novi.



Paramos las motos y dimos un corto paseo por su parte antigua que nos descubrió un pueblo muy agradable de destino vacacional. Tienen que ser muy tranquilas unas vacaciones de mar y plaza en este pueblo. Calles medievales y plazas con terrazas acompañan muchas tiendas de artesanía y recuerdos que ya estaban cerrando por la hora. Otro lugar que te hace desear una cerveza tranquila en cualquiera de estas terrazas, pero por la hora y la escasa luz que ya hay tenemos que seguir.

Por cierto, aquí comprobé una vez más cómo nuestro gobierno nos viene esquilmando desde hace mucho tiempo. Compré un paquete de tabaco y pagué 2,70 €. El mismo producto que en España cuesta 5,00 € Ahí lo dejo.







Como la luz ya iba bajando decidí no montar la Gopro en el soporte de la moto ya que todos sabemos que las tomas con poca luz no son su fuerte. Siempre me arrepentiré de no haberlo hecho. Teníamos reservado hotel en Kotor, y para llegar a esta localidad hay que bordear toda la bahía (hay un ferry pero eso no es para nosotros. Si he venido en moto, bordeo la carretera).

Es sin duda alguna uno de los cinco (¿tres?) mejores trayectos que he hecho en moto en toda mi vida. La bahía de Kotor es una entrada de mar que se ensancha y que está bordeada por montañas que la encierran. Podría parecer un fiordo por su orografía, pero no tiene origen glacial. La carretera que la bordea es una pista muy bien asfaltada que bordea todos y cada uno de los entrantes y salientes que forma la costa y que en casi todo el recorrido se mantiene a nivel del mar. Es una sucesión de curvas y más curvas junto al agua y vigilado por las cumbres que si bien no son muy altas, sí imponen desde abajo. De verdad, este recorrido hay que hacerlo en moto alguna vez en la vida. Yo por lo menos pretendo repetirlo algún día.

Como era tarde no nos paramos en Perast, localidad desde la que se pueden visitar dos islas frente a la costa y que queda para la próxima visita. Aun así, llegamos ya de noche al hotel y repetimos nuestra rutina diaria: soltar las maletas, quitarnos la ropa de moto y salir corriendo a buscar un sitio que nos diera de comer antes de cerrar. Encontramos una terraza frente al hotel en que volvimos a darnos otro homenaje en forma de parrillada, cervezas y vino.

El hotel, por cierto, muy agradable, con ambiente motero y una coqueta terraza para tomar la última del día y el desayuno por la mañana.






Al día siguiente, tras la visita al pueblo de Kotor que también merece mucho la pena, tomamos la “Kotor serpentine” para subir hasta el parque nacional Lovcen. Por el nombre de la carretera creo que tendré poco que decir de la ruta. En cada curva, y no son pocas, te quieres parar a hacer fotos de la bahía porque sabes que esa maravilla natural no la vas a volver a ver en mucho tiempo, y eso duele. Además de prestar atención a las curvas hay que mirar muy bien dónde pones la rueda, ya que es frecuente que unas simpáticas tortugas crucen la carretera a la vez que tú asciendes el puerto. Y no hablo de tortuguitas de terrario. Tortugas de verdad.















Cuando abandonas las vistas de la bahía te adentras en un paraje montañoso en el que la carretera sigue con la tónica que trae de antes, buen trazado y asfalto, que te llevan casi sin querer hasta Cetinje, la antigua capital del país. Aquí no nos paramos porque después de tanta curva y paisaje no nos apetecía ver ladrillos, así que seguimos dirección al Lago Jezero.

Este lago hace frontera natural con Albania y está bordeado por una carreterilla muy revirada y con el firme digno del peor tramo de un Desafío.  En ocasiones la carretera toma mucha altura sobre el lago lo que te permite disfrutar de unas vistas fantásticas pero a costa de ver muy de cerca el precipicio que abraza la carretera. Menos mal que la ruta la hice por el carril pegado a la pared. En sentido contrario debe ser más imponente porque cualquier bache mal cogido te puede hacer despeñarte. Ufff.

Llegado un punto, la carretera vuelve hacia el interior perdiendo de vista el lago y ofreciéndonos las montañas que lo bordean como un nuevo espectáculo, bajando poco a poco para buscar la frontera con Albania.







Me ha encantado Montenegro. Lo que he visto me ha parecido una maravilla, y por lo que he leído, el resto del país es igual, montañoso y maravilloso. Es un país pequeño, con una superficie similar a la de la provincia de Córdoba y que se puede recorrer fácilmente en unas vacaciones cortas. Seguramente intentaré organizar un viaje en familia para que vean estas maravillas que, por supuesto, no puedes deducir de las fotos que traigo.

La entrada a Albania es un poco rara. Es la única frontera en que solamente pasamos un control. No iba muy pendiente y no sé si me he saltado el de salida de Montenegro o el de entrada a Albania, pero cuando me quiero dar cuenta, ahí enfrente tengo el cartel de bienvenida a Albania y me tengo que parar para la foto. Me estaré haciendo mayor…

Aprovechamos para la foto y para comprar justo enfrente la pegatina para las maletas. Si la foto con la moto en la frontera es imprescindible, la pegatina de los países por los que pasas para las maletas no queda atrás. En toda reunión a la que vayas, con amigos o desconocidos, todo el mundo escudriña las maletas para ver en qué sitios has estado y con eso decidir si eres buen aficionado o no. Es absurdo, lo sé, pero se constituye como una especie de galones que luces en tu uniforme porque tampoco es cuestión de ir enseñando tus fotos pasando fronteras a todo el mundo. El pecho se te hincha cuando llegas a recoger tu moto y ves a alguien curioseando las banderas con cara de admiración. Es una completa estupidez, pero es nuestra estupidez, ¿no?.





La verdad es que mi paso por Albania ha sido un poco frustrante. Tenía preparada una ruta por el interior del país para llegar a Macedonia del Norte, pero por un lamentable error en el cálculo de fechas solapé el ferry de vuelta a Italia con el de vuelta a España y tuve que adelantar la vuelta y saltar esa etapa. Ya tengo excusa para el próximo viaje.

En esta situación, tuvimos que tomar dirección Durres para coger el ferry y no pudimos conocer el país en profundidad ni sus gentes. No obstante, te da para darte cuenta de que esto no es la Europa que conocemos, sino que se parece más a Marruecos. Es caótico y de extremos. Lo mismo te cruzas en la carretera con un carro tirado por un burro que gira donde le parece sin mirar, que dos kilómetros más adelante te adelanta un X6 a toda leche en línea continua. La gente vende de todo en el margen de la carretera (llegué a ver a un tipo vendiendo conejos vivos) y te cruzas con infinidad de gente en moto off road hasta las cejas de barro (sigo pensando que tenía que haber por allí alguna prueba porque eso no era normal).

La ciudad de Durres no cambia la impresión que traes en todo el camino. Es una ciudad desordenada, con un urbanismo caótico y edificios feos de los años 50. Del tráfico mejor no hablamos, con calles rotas, baches imposibles y tramos de arena. Buscamos provisiones para subir al ferry y todo lo que veíamos eran tiendas con productos a la calle y poco supermercado. Comprar hielo es imposible, así que decidimos pagar cervezas en el ferry esperando la oportunidad de nutrirnos en Italia.

Este tipo de países son especiales. Te gustan o los odias. Si eres ordenado, precavido y suspicaz no vengas por aquí. Ahora, si te gusta un poco de aventura y quieres descubrir una vida diferente de la que llevas en tu día a día, date una vueltecita. Desde luego que lamento no haber podido conocer el interior como estaba previsto, ya que Durres es una ciudad portuaria, con lo que ello conlleva, y no creo haber conocido la esencia de este país.

Ya en el puerto, y tras otro paseo por cortesía del navegador, sí nos tomamos unas cervezas de despedida de esta zona del mundo con la nostalgia de saber que ya íbamos de vuelta a casa y que todo lo bueno estaba a punto de acabar. No ayudó a nuestro ánimo que en el barco subieran centenares de aficionados de la Roma que venían de ver ganar a su equipo la final de la Conference League en Tirana. Resulta grotesco ver a estos tipos en cubierta reunidos en círculo y gritando durante horas las mismas canciones unos a otros mientras ondean las bufandas de su equipo. Aquí se te disipan las dudas de si el hombre proviene del mono.

Como esto no había quién lo aguantara, una vez salimos del puerto nos metimos en la cabina y a descansar, que mañana toca más.


 

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