BALCANES 2022.- CRUZANDO ITALIA

 

Se ve que la Sra. Loren no reside en esta localidad, pero los vecinos definitivamente son de su quinta.

Bajamos a desayunar y comienza mi relación de amor/odio con el café durante todo el viaje. No me gusta el sabor del café pero lo tomo cuando viajo en moto para mitigar los efectos del cansancio y evitar bajones. El maridaje del capuchino es el que nos va a acompañar todo el viaje. Pan de rebanadas, algo de embutido y mantequilla o mermelada. Suficiente para empezar el día.

Recogemos con prisa por ponernos en ruta ya que nos hemos levantado algo tarde y como no puede ser de otra manera, nos dejamos parte del equipaje en el hotel. Yo me dejo el pantalón corto que llevaba para estar cómodo en la habitación y Javi una almohada (sí, viaja con su propia almohada). Nos daremos cuenta ese día por la noche.

Nos adentramos en Umbría, una región que vive un poco a la sombra de su hermana famosa, Toscana. El paisaje que encontramos una vez salimos de las vías de comunicación principales es muy parecido al toscano, pero por el contrario se ve más tranquilo y menos habitado. Las carreteras no destacan en general ni por el trazado ni por el firme. Tenemos de todo, desde buen piso a tramos muy bacheados. Algún tramo de curvas sinuosas con un recorrido bastante plano y rectilíneo. Cómodo para circular en moto ya que no hay mucho tráfico, pero no muy sugerente. Destaca más el paisaje que la carretera.

Tras una excursión por el monte cortesía de Tomtom llegamos a Civita di Bagnoregio. Hay dos localidades con el mismo nombre, la ciudad actual y la antigua, ubicada sobre un monte y a la que se llega solamente por un puente peatonal previo pago de una entrada. El hecho de estar situada en una de las provincias menos conocidas y visitadas de Italia no le ha privado de un espectacular auge turístico, tal vez potenciado por la innegable verdad de que es una localidad destinada a desaparecer ya que la erosión está mermando el montículo sobre el que se asienta y tarde o temprano terminará por caer. La verdad es que había muchísimo turismo para ser un lunes de mayo. Eso, junto con el necesario y empinado paseo y el innegable hecho de que íbamos tarde, nos hizo desistir de su visita y nos conformamos con ver el pueblo desde el mirador y continuar camino. No descarto en un futuro visitar esta zona en familia y entonces sí que me dedicaré un día a esta ubicación.




Se acercaba la hora de comer, pero decidimos seguir camino para hacerlo en Orvieto. Otra localidad encaramada a un cerro que ofrece una bella estampa como casi todas las de esta región italiana. Al pueblo se llega por una carretera muy sinuosa con buen firme y curvas de esas que nos gusta coger en moto, muy amplias y de 180 grados. Una gozada. Desde la carretera hay infinidad de curvas desde las que la moto quiere pararse a hacerse la foto con el pueblo al fondo. También ella es protagonista del viaje, qué remedio.




Buscamos aparcamiento para nuestras motos y caminamos por las agradables calles del centro de la localidad buscando un sitio para almorzar. Para eso es fundamental que tu compañero de viaje sea hostelero y se sepa todas las aplicaciones y trucos para buscar buenos sitios para comer. Aquí decidí que ese apartado del viaje iba a ser responsabilidad suya. Al fin y al cabo del resto me había encargado yo, ¿no?.

Comimos en un restaurante muy agradable donde hice uno de los descubrimientos gastronómicos del viaje: el pesto de pistachos. En este caso spaghettone con pesto de pistacho y guanciale que pidió Javi. Mis tagliatelle con ragú de pato tampoco estaban nada mal.

Tras la visita al Duomo (mucho más espectacular por fuera que por dentro) volvimos a las motos para descubrir una muy sospechosa mancha de aceite bajo la moto de Javi. En una comprobación visual vimos lo que parecía ser el tornillo del cárter casi suelto y su correspondiente fuga de fluido. Al tocarlo casi se cae solo, así que a apretar tocan. Menos mal que Javi es un manitas y siempre viaja acompañado de su caja de herramientas (él fue el que arregló mi Yamaha en Francia en 2018) y pudimos resolver la papeleta. De no habernos dado cuenta hubiera sido un problema muy grave que incluso podría haber acabado en accidente.

Como dice Javi, las cosas ocurren donde y cuando tienen que ocurrir. Si nos tuvimos que parar en ese pueblo a comer fue porque allí nos tendríamos que dar cuenta de la avería. El destino, ese caprichoso compañero de viaje…











Con todos esos retrasos tuvimos que prescindir de algunas visitas que teníamos previstas para llegar con hora a Asís, lugar de pernocta, y nos limitamos a ver algunos pueblos encaramados a sus cerros desde la carretera, eso sí, disfrutando de los paisajes y curvas que las carreteras de montaña que elegimos nos ofrecían. Buena excusa para volver más tranquilos. Aun así, nos paramos a dar un paseo por Spello, una preciosa localidad de provincias muy cercana a Asís y que nos hizo desear unas cervezas (que terrazas tan maravillosas tienen allí los bares).









Llegamos de noche a nuestro alojamiento, nos cambiamos corriendo y sin ducharnos nos fuimos a comer porque era tarde. De hecho, cuando llegamos al restaurante nos dijeron que solamente nos podían ofrecer pizza porque la cocina ya había cerrado pero el horno todavía estaba caliente. Con suerte también nos dan un antipasto frío. Eran solamente las nueve de la noche. Menos mal que no pedimos otra cosa porque las pizzas estaban deliciosas. Eso sí, con la cerveza y el vino no nos pusieron pegas.






De vuelta al hotel de nuevo destrozados pero felices como perdices y a dormir como lirones.

-          Oye, ¿tú tienes mis pantalones cortos?

-          No. ¿Tú has escondido mi almohada?

-          Pues yo con calzoncillos no puedo dormir…

 

Despertamos en Asís. Qué maravilla de sitio hemos cogido para dormir. Es un complejo residencial compuesto de varios edificios y especializado en turismo religioso y de meditación. Muy austero pero en el centro mismo de la ciudad, a mano de todo y muy, muy, muy tranquilo. El frescor de la mañana y el canto de los pájaros es lo único que se cuela por la ventana abierta.








Tras un frugal y casi monástico desayuno dejamos la habitación y nos vamos a visitar la ciudad dejando la impedimenta a buen recaudo en el alojamiento. A través de unas calles medievales muy pintorescas y casi vacías por la hora llegamos a la basílica de San Francisco. Resulta que éste es el cuarto lugar de peregrinación en el mundo por número de visitantes después de La Meca, Roma y Santiago. Nos encontramos con un complejo conventual con dos basílicas, la inferior que contiene la cripta con los restos del santo, y la superior mucho más luminosa, ambas comunicadas por unas escaleras sin necesidad de salir al exterior.

No se permiten fotografías en su interior, pero es de una belleza superior que le ha llevado a ser declarada patrimonio de la humanidad. En internet supongo que abundarán fotos y videos de los frescos que la decoran, pero si podéis, os recomiendo una visita personal al templo e incluso seguir la audioguía que te ofrecen en la entrada. No decepciona.

Nos tiramos bastante rato en la basílica disfrutando de las explicaciones que la grabación nos ofrecía e intentando grabar en la retina la magnificencia de sus frescos. La visión de estas maravillas del arte religioso siempre me produce un conflicto de sensaciones. Agradezco el poder verlas y que la humanidad pueda disfrutarlas como verdaderas obras de arte, pero pienso en lo mal que lo tuvo que pasar el pueblo para sufragar su construcción “para mayor gloria de Dios” y me surgen dudas sobre muchas cosas.







Sin duda que la basílica es el centro cultural y artístico de Asís. El resto de iglesias del pueblo no puede aspirar a hacerle sombra a este soberbio edificio y conscientes de ello sus constructores no lo intentaron. No obstante tiene un paseo y unos rincones muy agradables que bien merecen pasar un día en él para disfrutarlo con calma.













Pero calma precisamente es lo que no nos podemos permitir. Ya hemos echado medio día en el recorrido por Asís y aunque nos haya merecido la pena, tenemos que replantearnos la jornada. Teníamos pensado una visita fugaz a Perugia y Gubbio pero optamos por dirigirnos directamente a Ancona donde tenemos que coger el ferry dirección Croacia. Ya que hemos decidido ser prácticos lo llevamos al extremo y cogemos la vía más rápida. Una autovía que podemos encuadrar en la categoría de “agradable” por los paisajes que recorre y el trazado de la vía con bastantes curvas abiertas que hacen más llevadera la travesía.

Llegamos a Ancona justo para poder comer en una trattoria por obra de Javi en la que empapamos un surtido de quesos, una pasta con mejillones y unos ñoqui con dos buenas cervezas que nos saben a gloria ya que el puerto está cerca. Encontramos un Lidl en el que casualmente tienen de promoción unas mochilas nevera que adquirimos (el destino de nuevo), con embutido para la cena, pan y un buen surtido de cervezas propias de la firma. Lo del hielo iba a ser otra cosa.





Recorremos media Ancona buscando hielo sin éxito hasta que un amable gasolinero nos informa que en Italia no es frecuente la venta de hielo. Fruto de la desesperación por la inutilidad de la compra y la frustración de nuestros planes veo en la acera de enfrente una tienda de alimentación que aquí sería de chinos y allí era de pakistaní en la que consigo dos bolsas de hielo por 11 €. Oferta y demanda. Por lo menos conseguimos enfriar las cervezas para el barco.

Con la hora apretando, dirigimos las motos al puerto donde obtenemos los billetes y nos vamos para el embarque. Este ferry es mucho más pequeño que el que nos trajo de España pero para mi gusto mucho más agradable. En popa tienen dos terracitas atendidas por una barra en que venden latas de cervezas por 3 € que sí están frías. Disfrutamos de una de estas cervezas mientras esperamos a zarpar y a que las nuestras se enfríen sentados mirando el puerto y disfrutando de una brisa maravillosa. Ultimas llamadas a casa dando el parte de la jornada y en poco rato abandonamos puerto para cruzar el Adriático.

Apoyado en la borda viendo alejarse la costa y saboreando una de nuestras cervezas hago memoria del día y me relajo pensando en lo que vendrá. Mañana por fin llegamos a los Balcanes. Mañana empieza el verdadero viaje.








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